Europa: 5 escapadas naturales inolvidables por Europa
Valles, escarpadas cadenas montañosas, paisajes de infarto, parques naturales centenarios, si no te emocionas con estos destinos no será culpa nuestra
No, no hace falta pegarse dos años alejados de todo en una cabaña construida por nosotros mismos a la orilla de una laguna como hizo Henry David Thoreau para, como señaló el propio escritor, sentir la naturaleza como ese lugar privilegiado y necesario para todo individuo. Digamos que con unos pocos días será suficiente, siempre y cuando escojamos una de estas escapadas naturales inolvidables.
“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente sólo para hacer frente a los hechos esenciales de la vida, y ver si no podía aprender lo que tenía que enseñar, y no descubrir al morir que no había vivido» (H. D. Thoreau)
Y es que la naturaleza no sólo nos provee de recursos, agua o aire limpio, sino que también nos proporciona bienestar físico y mental. Contemplar magníficos paisajes, disfrutar de una buena caminata, observar la fauna y descubrir los secretos de la flora, desconectar de lo cotidiano, desintoxicarnos de las prisas de la ciudad, va a resultarnos inspirador. Un buen calzado y ropa cómoda será básico para este tipo de escapadas y para recorrer las amplias redes de senderos que nos proponen. Los más intrépidos pueden llegar a las cotas más altas, quienes no lo sean tanto también podrán deleitarse con paisajes magníficos y acogedores pueblos.
Valle de Funes, Montes Dolomitas (Italia)
La cadena de las Dolomitas es una de las más bellas del mundo con sus crestas afiladas y su cambiante color rosáceo y esconde magníficos rincones como el del valle del Funes. Encajado entre las rocas, el río Funes surca este valle de apenas 24 kilómetros de longitud que guarda tres aldeas tradicionales Tiso, San Pietro y Santa Maddalena. Recorrer la red de senderos que surcan y rodean el valle es una gozada y depara vistas maravillosas como la de la gran cumbre de Sass Rigais, de 3.025 metros de altitud.
Balcones de Ordesa, Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (España)
Las más altas cimas pirenaicas ofrecen un impresionante abanico de posibilidades senderistas. Desde la localidad de Torla, a 1.033 m. de altitud, se accede a más de 250 kilómetros de senderos señalizados que además de facilitar el contacto con la naturaleza permiten aproximarse al mundo ganadero y montañés y disfrutar de la contemplación de un paisaje único.
Cabo Sines, Alentejo (Portugal)
A pie, en bicicleta, a caballo, bordeando marismas y salvando caprichosas formaciones de roca, se disfruta de esta costa atlántica a la que el fuerte viento atrae a surfistas y amantes de las playas solitarias. Aunque toda esta costa del sur de Portugal está sembrada de pequeñas calas de arena fina arropadas por las rocas, las de playa Grande y playa de la Isla de Pessegueiro son las más espectaculares por sus aguas transparentes y los grandes acantilados que las rodean.
Gargantas del Verdon (Francia)
Estas impresionantes gargantas enclavadas en el Parque Natural del Verdon forman un espacio natural excepcional en la regiónProvenza Alpes Costa Azul. El río Verdon deambula bajo la atenta mirada de imponentes farallones de piedra y enlaza cuatro bellos lagos de aguas color esmeralda donde su pueden practicar todo tipo de deportes náuticos. No hay que olvidar una visita a los encantadores pueblos provenzales situados en lo alto de los acantilados como Valensole, Riez, el pintoresco Bauduen, Castellane y su roca, Moustiers Sainte Marie o Aiguines.
Parque Nacional del Teide (España)
El recorrido por el mayor de los parques de las Islas Canarias es realmente una experiencia única durante la cual se contempla uno de los más impresionantes espectáculos geológicos del mundo, con su conjunto de coladas y conos volcánicos de caprichosas formas y armoniosos colores. En el Centro de Visitantes de El Portillo informan de la variedad de longitud y dificultad de las muchas opciones senderistas que ofrece el Parque: rutas cortas como la de Arenas Negras o la de Los Roques de García y más largas, como la de La Fortaleza o la de Siete Cañadas. En primavera hay un aliciente añadido para visitar el Teide, la floración de los tajinastes en medio de estos paisajes volcánicos.