Italia: Cinco secretos de los lagos de Lombardía para descubrir en otoño.
Diferentes recorridos para conocer los valles, lagos, castillos y pueblos lombardos
Arte e historia en la isla mínima
El Lago de Como es conocido por concentrar hoteles de lujo, fastuosas residencias y elegantes tiendas que atraen a fortunas de Italia y todo el mundo.
Pero no todo es glamour y sofisticación, porque en el lugar también se pueden descubrir perlas históricas.
Algunas de ellas se encuentran en la pequeña Isola Comacina, que sorprende por sus ricos yacimientos arqueológicos.
La isla se recorre en poco tiempo, solo tiene 600 metros de largo por 200 de ancho, en un terreno con abundante vegetación de laureles, tilos, olivos y moreras, entre otras especies.
Allí se encuentra las ruinas de la basílica de Santa Eufemia, de estampa románica, con sus rocas tapizadas de musgos; y la iglesia de San Giovanni Battista, con una interesante columnata de mármol.
En esta pequeña isla, que durante 1919 tuvo soberanía belga (esos intercambio de favores entre casas reales), cuenta con solo tres casas. Pero no son cualquier tipo de vivienda.
Se trata de tres residencias de estilo racionalista construidas en 1940 con influencias de Le Corbusier, destinadas para artistas que llegan a este hermoso paraje en búsqueda de inspiración y silencio. Y todavía están en activo.
A pedalear por el Lago Iseo
Si las temperaturas son agradables una de las mejores formas de admirar la belleza del Lago Iseo es en bicicleta, una manera saludable y distendida de contemplar los bosques que pasan del verde al marrón, amarillo y ocre.
El circuito dura 65 kilómetros, pero se puede realizar más cómodamente por tramos. Uno de los sectores más bonitos es la vía que une a Paratico con la ciudad de Brescia, que permite dirigirse a la Reserva Natural Torbiere del Sebino y explorar puntos históricos como el Monasterio de San Pietro, en Lamosa.
Más intenso es el itinerario de Franciacorta Brut, que también parte desde la villa de Paratico y que atraviesa viñedos, pueblos, ermitas solitarias y restos de castillos medievales; siempre con el lago como telón de fondo.
Si se trata de cambiar de paisaje, una visita sugerida es navegar hasta la pequeña ciudad de Montisola, que se divide entre una isla y dos islotes vecinos. Allí también se puede pedalear por la franja costera o la montaña, en un circuito donde nadie se cruzará con un coche porque los vehículos a motor están prohibidos.
El lago esmeralda
Un circuito para los amantes de la naturaleza es el que ofrece el Valle de Mello, adyacente al Valle Masino.
Los senderistas suelen dejar sus coches en el pueblo de San Martino, donde las leyendas dicen que vive el gigiat, una criatura gigantesca que vigila el valle.
Desde allí se emprende la caminata de 17 km (entre ida y vuelta) que acompaña al curso de un arroyo.
La recompensa es un pequeño lago con aguas verdes, que los alpinistas que escalan los picos lo contemplan como si fuera una esmeralda gigantesca ahí perdida.
Los amantes del senderismo suelen recorrer la escarpada geografía del Valle de Melo, donde se encuentra un pequeño lago de aguas verdes que recuerda a una esmeralda
En el cercano refugio de Rasega los excursionistas recargan energías con platos de polenta, convenientemente sazonados con salsa de tomate y carne.
A lo largo del trayecto el paisaje de coníferas entra en una zona de transición cromática, donde entre las paredes de granito irrumpe una bonita cascada que le da un toque de belleza agreste al lugar.