Tras el austero arco de medio punto, situado en la montaña del Pan di Zucchero (Cerdeña), se esconden varias galerías que escrutan cada centímetro del acantilado hasta llegar a lo más profundo de sus cavidades. Las entrañas de Porto Flavia –como se conoce a este puerto minero- acogen también enormes silos, utilizados para guardar todo tipo de minerales: desde carbón o azufre, hasta materiales más codiciados por la industria como la plata, el plomo o el zinc. Durante cuarenta años, la puerta al Mediterráneo vio expulsar de su interior toneladas de rocas que se deslizaban pacientemente por una cinta transportadora extraíble hasta las escotillas de los barcos que amarraban justo debajo del puerto.
Esta obra de ingeniería, diseñada por Cesare Vecelli en 1924, consiguió reducir los tiempos de extracción y costes de producción hasta cotas increíbles. El ritmo de extracción se incrementó hasta dejar seca la montaña. Tras décadas de abandono, la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad y en la actualidad, son los turistas quienes se adentran por los caminos subterráneos hasta dar al precioso balcón con vistas a la costa sardiniana.