Las fotografías de Adriana Lestido, expuestas en Casa América Madrid, muestran un continente desconocido y melancólico pero, sobre todo, negro.
Llegó a la Antártida en busca del blanco absoluto y se encontró un paisaje plagado de grises y negros. Intrigada por lo que percibía pero su ojo no llegaba a ver, la fotógrafa argentina Adriana Lestido reformuló la idea inicial de su viaje al supuesto continente blanco en un proyecto inesperado y profundo que se expone ahora en Casa América en el marco de PhotoEspaña.
Hasta el 28 de octubre podrá verse esta muestra, dotada de una alta carga simbólica, que es en realidad una confesión emocional y creativa que provoca y conmueve, que no trata tanto del destino como de la artista y su búsqueda, que visita paisajes oníricos y va creando un relato de viaje que cuestiona el propio punto de partida.
‘Antártida negra’
La inspiración para este viaje, que tuvo lugar en 2012, surgió casualmente en España, en una exposición de Miquel Barceló que tenía el desierto como trasfondo. “La Antartida es nuestro desierto, es un lugar de muerte, con muy poca vida. Quería ir a un lugar así, para poder resignificar todo lo que había hecho en mi carrera, poder contar una historia de mis historias”, recuerda Adriana Lestido en una entrevista con Efe.
Su destino original era la hermosa base Esperanza, muy bien equipada y ubicada en punta Foca de la bahía Esperanza, en la península Trinidad. Parte de una expedición con otros artistas, cada uno tendría una habitación privada y conexión a internet. Mil y un problemas después aterrizaron en la base Decepción, en en la isla Decepción de las Shetland del Sur, también argentina. Fue justo eso, “una decepción”.
Cambio de planes
En una casita en la ladera de un volcán, tuvieron que compartir espacios y apenas tenían medios para comunicarse con el exterior lo que, a la larga, se convirtió en una bendición: “Aprendí a convivir y no estar comunicada, supuso una libertad infinita”, resume.
El paisaje fue aún más inesperado. En lugar de una inmensidad blanca estaban rodeados por el negro, apenas había nieve ni más blanco que el de la bruma casi constante.
El fuego bajo tierra derretía la nieve y dejaba tras de sí un paisaje de roca negro infinito. En sus imágenes, tomadas en los meses de febrero y marzo de 2012 en las islas Decepción y Media Luna, así como durante el trayecto en el Buque Beagle por los mares antárticos, hay fumarolas humeantes, lobos marinos, pingüinos, enormes huesos de ballena, extraños amaneceres y atardeceres, el agua donde se juntan el Atlántico y el Pacífico e infinidad texturas.
Un nuevo camino
La fotógrafa, que ha recibido reconocimientos como la beca Guggenheim y la beca Hasselblad, se centraba hasta aquel viaje en temas sociales y el fotoperiodismo, con trabajos como el de las presas y sus hijos en la cárcel de La Plata o sobre las relaciones entre madres e hijas.
Antártida negra fue algo así como el principio del fin de un periodo. “La Antártida funcionó para mi como un pasaje -relata-. Lo comprendí con el tiempo, puso fin a toda una etapa, y supuso un comienzo para abordar nuevos caminos”.
Este viaje y este trabajo, del que nace la exposición, abrió para Lestido el campo de actuación y, desde entonces, además de temas sociales, también ha emprendido otros viajes para retratar los paisajes de Noruega e Islandia, donde le pilló la pandemia.
La fotografía no sería para ella tanto el retrato de lo que ve, sino lo que intuye pero no llega a captar retratando, así, los estados internos de quien aprieta el botón de la cámara.
A partir de sus imágenes en blanco y negro, las emociones básicas son las que le dan sentido a su trabajo. Para Lestido es imprescindible saber que está haciendo algo transformador, tanto para el que observa como para sí misma, y que el espectador pueda sentir propias las imágenes que le ofrece.