Roma es la ciudad del mundo con más monumentos por metro cuadrado. Su centro histórico, Patrimonio Mundial desde 1980, abarca casi 25.000 puntos de interés en solo 20 km2. Con tal riqueza y variedad de atractivos, son interminables las oportunidades para disfrutar de la estancia. Se pueden aprovechar las tibias noches del otoño romano para ver la ciudad desde una perspectiva más intimista y romántica.
Un buen punto de partida es la Piazza Venezia, donde brilla cándido el mármol del Victoriano, el monumento a Víctor Manuel II, que los romanos denominan «la tarta nupcial». Su edificación comportó un enorme desembolso económico y el derribo de parte de la colina Capitolina o Campidoglio, corazón y primer núcleo de la ciudad y hoy sede de las oficinas del Alcalde.
Miguel Ángel reformó la plaza del Campidoglio, adornándola con una ancha escalera, la Cordonata, y con una hipnótica pavimentación alrededor de la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, cuyo original se encuentra en los cercanos Museos Capitolinos. Esta colección es una de las más antiguas del mundo (siglo xv) y presenta algunas de las obras de arte más significativas de Roma, como la estatua de la loba amamantando a Rómulo y Remo, los legendarios hermanos fundadores de la ciudad.
La Roma imperial
Nuestro paseo sigue por la Via dei Fori Imperiali, un bulevar flanqueado de pinos y de historia: a la izquierda se encuentra el Foro de Trajano (53-117 d.C.). El emperador provenía de la Hispania Bética, la actual Andalucía, y debió su gloria a sus campañas de guerra, que le permitieron la edificación del Foro y que quedaron grabadas en el bajorrelieve en espiral de la Columna Trajana.
A la derecha, en el valle entre los montes Capitolino, Palatino y Esquilino, se abre la majestuosa explanada del Foro Romano, eje de la vida política, económica y religiosa de la antigua Roma durante más de mil años. Las luces del oscarizado fotógrafo Vittorio Storaro permiten imaginar templos y basílicas (tribunales y comercios) a lo largo de la Via Sacra, encabezada y cerrada por arcos de triunfo.
Coliseo y Circo Maximo
Al final de la calle de los Foros Imperiales se erige el Coliseo. Empezado por el emperador Vespasiano el 72 d.C., el anfiteatro más grande del mundo se estrenó ocho años después con el sacrificio de más de 5.000 fieras en los primeros 100 días de juegos. Las visitas guiadas revelan curiosidades de su estructura y la organización de los espectáculos. Hasta finales de octubre abre sus puertas por las noches para visitas guiadas a la luz de la luna.
La calle San Gregorio en dirección sur conduce hasta el antiguo complejo de las Termas de Caracalla, un lugar de ensueño para el cuidado del cuerpo y de las relaciones sociales. Volviendo atrás, si se toma la calle dei Cerchi hacia la izquierda, se pasa frente al edificio de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU) y se llega a una gran pradera, utilizada a menudo por los romanos para disfrutar de un pícnic. Es el Circo Máximo, el mayor estadio al aire libre de la antigua Roma, donde más de 250.000 espectadores se deleitaban con pruebas deportivas y carreras de cuadrigas. No muy lejos, cada fin de semana un mercado vende las hortalizas, quesos y vinos de la región del Lazio, que se pueden consumir allí mismo.
Seguimos nuestro paseo hacia el Aventino, nos sentamos en el precioso Giardino degli Aranci (Jardín de los Naranjos) y echamos un vistazo por el ojo de la cerradura del Priorato de Malta a la búsqueda de un panorama secreto y precioso.
El colindante rione (distrito) de Testaccio debe su nombre al montículo de fragmentos de vasijas (testae) que aquí se acumulaban y que todavía se ven en las paredes de algunos bares y de locales nocturnos. Este sector ofrece otros dos enclaves de interés: el Museo de Arte Contemporáneo MACRO, en el antiguo matadero, y el cementerio protestante, donde yacen el político y pensador Antonio Gramsci
y los poetas románticos ingleses John Keats y Percy B. Shelley.
La Boca de la Verdad
Desde el Circo Máximo en dirección al Tíber, se llega a la plaza Bocca della Verità. A la entrada de la basílica de Santa María en Cosmedin, en la que se conservan las reliquias de san Valentín, se encuentra el desagüe de alcantarilla más famoso de la historia: la Boca de la Verdad, que muerde al mentiroso que introduzca la mano.
Para dar la bienvenida al nuevo día, nada mejor que un buen desayuno alla romana, con un maritozzo (bollo relleno de nata montada, piñones, pasas y cortezas de naranja confitadas) y un espresso o un cappuccino. El mejor café de toda Roma, por cierto, se saborea en La Tazza d’Oro, una cafetería que parece sacada de los años 1950.
Se encuentra cerca del Panteón, un magnífico edificio circular del año 126 d.C., edificado sobre uno anterior de la época del emperador Agripa. Al entrar en este templo, bañados por la dulce luz que proviene del óculo abierto en el techo, asombra la prodigiosa capacidad arquitectónica romana: la cúpula, de altura y diámetro iguales (43 m), da la sensación al visitante de hallarse dentro de una esfera perfecta.
A unos cinco minutos de allí se encuentra una de las plazas más bellas de Roma, la Piazza Navona, que conserva la forma alargada del antiguo estadio del emperador Domiciano (85 d.C.) y está embellecida por la Fuente de los Cuatro Ríos del multifacético artista barroco Gian Lorenzo Bernini y por la iglesia de Sant’Agnese in Agone, diseñada por su rival, el arquitecto Francesco Borromini. Para luchar contra el calor, desde 1652 hasta 1866, los fines de semana de agosto se tapaban los desagües de las fuentes y la plaza, cóncava en su parte central, se transformaba en una piscina.