Espectacular: Mauricio ¿Y ahora qué?
Mauricio es lo más parecido al paraíso en la Tierra. No le ha hecho falta ayuda para lograr tan magno título, es que méritos no le faltan. Es el escenario perfecto de una postal de ensueño diseñada solo para los ojos y, por suerte, también para el deleite, porque aquí se viene para disfrutar. Pero si la visión a 30.000 pies de altitud representa la más perfecta imagen de edén, lo que espera en en tierra firme es aún mejor. Y así, tras un suave aterrizaje y una cálida despedida de la tripulación, comienza un sueño hecho realidad: exprimir un destino posicionado como sol y playa, pero que tiene mucho, muchísimo más por ofrecer. ¿Y ahora qué, Mauricio?
República de Mauricio es uno de los grandes destinos de África. Ubicado en mitad del Océano Índico y habitado por un pueblo multirracial y pacífico, resulta inevitable afirmar que este destino es famoso por sus aguas de zafiro, sus playas de arena blanca y sus hoteles de lujo. Pero hay mucho más atractivo aquí que la playa, un tipo de lugar que recompensa incluso los intentos más pequeños de exploración.
La aproximación a Mauricio es una de las más espectaculares del mundo
Y con creces. Pero continuando con la retahíla de evidentes atractivos, la oferta de golf, senderismo, deportes acuáticos, sitios declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO o el hecho de poseer uno de los mejores jardines botánicos del mundo, no hacen sino engrosar una larga lista de vistosos etcéteras que ir descubriendo a lo largo de este artículo.
MINIMALISMO Y BURBUJAS
Elegante, contemporáneo y rodeado por densos jardines tropicales, la primera parada de este viaje es la costa este, y más específicamente el hotel Long Beach. Este establecimiento 5 estrellas de estilo moderno, modernísimo, y atractiva arquitectura sitúa su punto fuerte en sus confortables habitaciones, la gran mayoría a la vera del mar, su espléndido servicio y su rica gastronomía. Como suele ser tendencia en los destinos tropicales en particular y en Mauricio en general, el concepto de check in está bastante alejado de los tediosos procesos de registro universales.
Aquí se realiza con un cóctel (sin alcohol) en la mano y bien acomodados en uno de los sofás del lobby mientras el viento recorre a sus anchas la arquitectura minimalista del edificio. Esta costa de Mauricio es más salvaje, más ventosa y hasta más natural. También puede ser más incómoda, ya que el mar suele estar bastante bravo, pero la belleza del entorno compensa con creces los posibles contratiempos.
A poco más de media del hotel se encuentra la Ile aux Cerfs (isla de ciervos), donde se puede y hasta se debe, o al menos intentarlo, jugar a golf en el Ile aux Cerf Club uno de los campos más prestigiosos del mundo: 18 hoyos, par 72 y diseñado por Bernhard Langer. De fondo, el escenario mágico de la isla, cuyas aguas están consideradas las más puras del destino. Y para rematar el plan, una comida con los pies en la arena (¿existe un placer mayor?) en el chiringuito de la playa: marisco, pescado del día y excelentes cócteles ponen el broche de oro a una velada única cuya excursión se puede gestionar directamente desde el hotel.
En Ile aux Cerfs también se encuentra uno de los conceptos de alojamiento más interesantes no de la isla, sino de todo Mauricio, Bubble Lodge. Tres burbujas estudiadamente ubicadas en la isla que cuentan con todo tipo de comodidades y un diseño de lo más atractivo que permite disfrutar de un cielo estrellado como telón de fondo de una estancia románticamente inolvidable.
De vuelta a la famosa playa de Belle Mare, donde se ubica el hotel Long Beach, el hambre apremia y toca elegir entre cualquiera de los cinco restaurantes del hotel Long Beach, todos ellos sublimes, aunque es el asiático Chopsticks, el que sirve uno de los mejores pad thai que se pueden probar en todo Mauricio, uno de los preferidos de crítica y público. No resulta difícil entender el porqué.
EL MAGNETISMO DE LOS BUNGALOWS
Y cambiando completamente de tercio, y de costa, si alojarse entre los muros de la arquitectura minimalista del hotel Long Beach sorprende, aún impacta mucho más hacerlo en los bungalows del hotel La Pirogue. La Pirogue fue el primer hotel de toda la costa oeste de Mauricio, y uno de los primeros también de la isla. De sabor único mauriciano, hay algo en sus bungalows con techo de paja y forma de la vela de un barco de pesca tradicional ubicados en un jardín de cocoteros junto a un hermosa playa, que se ha mantenido vivo a lo largo de los años.
Auténtico podría ser la mejor palabra para definir este alojamiento. Ahí es nada. Y no se trata de un hotel pequeño, son más de 248 bungalows, pero es cierto que la atmósfera es cálida, relajada, bohemia e incluso íntima en ciertos aspectos. Al igual que su compañero de cadena hotelera, el Long Beach, La Pirogue también apuesta, y gana, en materia gastronómica.
De eso se encarga el chef de Virginie, Amalen Vyapooree, que fue jefe de cocina del Grupo Gordon Ramsay en Doha. De ahí que el restaurante Magenta sea, posiblemente, el mejor restaurante de marisco de la costa oeste, donde comer excelentes pescados ahumados y platos criollos. En Coconut Café sirven auténtica comida mauriciana (no es su slogan, aunque podría) bajo un techo de paja y vistas al mar. El street food llega también a los hoteles que se preocupan por ofrecer al huésped una experiencia más
Lo bueno de alojarse en La Pirogue es que también se puede disfrutar de las bondades del hotel Sugar Beach, ubicado justo al lado y perteneciente a la misma cadena, Sun Resorts. Con menos carácter, aunque con una bellísima arquitectura colonial, en Sugar Beach encontramos la nota sofisticada de toda la oferta gastronómica, Budha Bar. Se trata de la primera, y única, incursión de los restaurantes de moda creados en 1996 por el visionario Raymond Visan, que tras recorrer medio mundo con presencia en ciudades como París, Montecarlo o Dubái, aterriza en Mauricio para ofrecer platos de inspiración asiática como el curry rojo de langostinos en un ambiente sofisticadamente relajado. No hay que dejar de probar sus cócteles.
MAURICIO MIX
Mauricio es una isla volcánica descubierta por primera vez por los árabes en 975; pero cuando los holandeses desembarcaron en Mauricio en 1598, estaba deshabitada. Los franceses llegaron en el siglo XVIII, seguidos por los británicos. Con la abolición de la esclavitud en 1835, los inmigrantes llegaron desde el este: trabajadores indios y comerciantes chinos.
Las capas de migración han dejado huella en la sociedad, y no precisamente para mal.
Hoy, casi el 70 por ciento del 1.5 millones de ciudadanos de Mauricio son de ascendencia india, con criollos, chino-mauricianos y franco-mauricianos completando la mezcla. Tal vez el mundo debería tomar ejemplo de Mauricio, que hoy podría ser un modelo a seguir sobre armonía racial.
Una cocina a fuego lento con sabores indios, franceses, chinos y criollos que se percibe nada más poner un pie en la isla. Fogones a un lado, su espectacular jardín botánico, por ejemplo, es una buena muestra de ello. Considerado como uno de los mejores del mundo tras el Kew Gardens de Londres, el SSR Gardens (Sir Seewoosagur Ramgoolam Botanical Gardens) es un festival de plantas, flores y árboles provenientes de medio mundo que siglos atrás fueron importadas a Mauricio.
Muchos años de historia creciendo al aire libre se reflejan tanto aquí como en el Museo del Azúcar (The Sugar Adventure), un lugar un tanto turístico pero que transmite a la perfección cuán importante ha sido el azúcar de caña para el desarrollo económico del país durante 250 años… hasta que llegó el turismo. Muy interesante también es su restaurante Le Fangourin, donde disfrutar de auténtica cocina criolla.
En el sur de la isla se encuentra una de sus siluetas más reconocibles, Le Morne. Patrimonio Mundial de la UNESCO, esta esbelta montaña es uno de los lugares más visitados, y fotografiados, de Mauricio, todo un caramelo para Instagram. Muy cerca de aquí, en las colinas de Chamare, merece la pena hacer un alto en el camino para almorzar en uno de los restaurantes de comida criolla de la carretera. Es seguro, es barato, y además está buenísimo.
Tras el almuerzo, la mejor idea es acudir al Parque Nacional Black River Gorges donde está las fotogénicas Alexander Falls antes de ver la puesta de sol sobre el Índico. Y de un paisaje verde al asfalto de la capital, Port Louis. A pesar de no ser una ciudad bonita, sí que imprime carácter. Así que ya que hemos llegado hasta aquí, compensa perderse por el antiguo centro colonial de la ciudad antes de almorzar en el Champ de Mars, la pista de carreras más antigua del hemisferio sur. Por la tarde, el enorme centro comercial Caudan Waterfront (sede del Blue Penny Museum) ofrece la oportunidad de comprar recuerdos, disfrutar de artistas callejeros y encontrar un buen restaurante para cenar antes de regresar al hotel donde seguro se puede terminar la noche con un par de copas frente al mar brindando por la vida, el amor… o por lo que haga falta.