De norte a Sur: Senegal a toda Costa
Atrapado entre el árido Sáhara al norte y por la potencia tropical al sur, Senegal se reivindica ante el mundo como un cruce de culturas y religiones donde nadie es mal recibido. Será cosa de la ‘teranga’.
SAINT LOUIS, DE LO COLONIAL…
Al norte del país, esta ciudad ocupó un lugar privilegiado en la historia del África contemporánea, al ser convertida durante la ocupación francesa en la capital del África Occidental. Sobre la denominada el tramo final de la Lengua de Barbaria, una finísima península natural que discurre en el estuario del río Senegal, la ciudad creció y se convirtió en la puerta de entrada de la colonización francesa de la que quedan grandes ejemplos a nivel arquitectónico.
Perteneciente a este período son Le Gouvernance, antiguo palacio del gobernador, y hoy utilizado también para funciones públicas; la Catedral de Saint-Louis, el templo católico más antiguo de África Occidental, o el Museo Jean Mermoz, dedicados a pioneros de la aviación de principios del siglo XX como el propio Mermoz o Antoine de Saint-Exupéry, ya que Saint-Louis era lugar de salida de esos primeros aviones hacia Sudamérica. Junto a ellos, el Puente Faidherbe, que une la isla con el continente, reivindicando un conjunto que está catalogado como Patrimonio de la Humanidad por Unesco.
…AL JAZZ
Dotada de ese especial colorido, la ciudad es además famosa por los clubes de jazz como el Meyazz o el Ndar Ndar. Reivindicada en esta orilla del Atlántico también como una ‘música de raíces y de vuelta, el jazz cumple una función social combativa contra el racismo, que aquí cobra vital importancia musical con toques de percusión africana como el sabar (que engloba diferentes tipos de tambores), popularizado por el ya fallecido Doudou Ndiaye Rose y el mbalax, la música tradicional senegalesa, de la que Youssou N’Dour es el gran referente.
Sin embargo, la gran eclosión se produce a mediados de mayo, gestándose un peregrinaje musical que confluye en el Saint Louis Jazz Festival (celebrado anualmente a finales de mayo), que congrega a artistas de talla internacional y a músicos locales, auténticos mitos como Cheikh Lô, Ablaye Cissoko o Modou Béye. Bajo los acordes de guitarras, saxofones, pianos y trompetas y mucha, mucha percusión la ciudad vibra y se convierte en un hervidero de viajeros, aprovechando el ecuador de la primavera, mejor época del año para descubrir la zona norte del país.
DAKAR Y EL SIGLO XXI
Podría decirse que en Senegal todos los caminos llevan a Dakar. La capital del país es el gran centro administrativo y de negocios, además del imán que atrae a miles de senegaleses en busca de una vida mejor. Abigarrada y caótica, la ciudad está marcada por el fuerte contraste entre los barrios más populosos como Médina o Parcelles Assainies, hacia el interior del continente, y los colmados de edificios oficiales, hoteles y embajadas extranjeras como la zona de Les Almadies y Le Plateau, antiguo epicentro colonial. Sobre esa dicotomía, Dakar se ha puesto en el mapa cultural de África con una eclosión de museos como el impresionante Museo de las Civilizaciones Negras, que reivindica los orígenes de la humanidad desde el continente africano en términos etnológicos.
En ese despertar, alentado también por las pruebas del pasado como el gran mito de la libertad senegalesa, el presidente poeta Leopold Sedar Senghor (cuya casa natal es ahora un museo), Dakar añade una simpar oferta de museos donde el arte africano tiene voz propia. Es el caso del Museo de Arte Africano o del Museo de Ousmane Sow. A su vez, pequeñas galerías de arte africano salpican la ciudad, tanto desde la pintura como desde la escultura en madera. Es el caso de Loman Art House o La Galerie Antenna, donde también se pueden adquirir algunos trabajos.
UNA CIUDAD ‘FOODIE’
Como epicentro de la actividad senegalesa, Dakar es reclamo gastronómico de clientes internacionales pero también un lugar ideal para iniciarse en la cocina senegalesa más clásica. El plato estrella del país es el thieboudienne, a base de arroz cocido y pescado, y son muy frecuentes las dibiteries, pequeños locales con parrilla en los que disfrutar de carnes, generalmente ternera y pollo, ya que es un país musulmán y pescados. Estas aventuras en la street food senegalesa exigen cierta audacia, puesto que las condiciones de salubridad no son las mismas que en Europa pero es una buena toma de contacto.
Dotado de esa misma audacia y preferiblemente con acompañante local una experiencia inolvidable en Dakar será darse una vuelta por sus mercados. El de Sandaga es el más populoso -y caótico, a veces agobiante- pero es un buen lugar para comprar artesanías (siempre regateando y manteniéndose relativamente inflexible) o descubrir frutas locales. Más pequeño y perfecto para iniciarse en esta cocina rápida es el de Kermel, situados ambos en Le Plateau, y donde bisutería, tejidos y muestras de arte coexisten con pequeños puestos de comida para llevar, así como frutas y verduras que llegan a él diariamente.
Bajo esos mimbres y prueba de su multiculturalismo y de la creciente presencia de extranjeros, Dakar ha ganado enteros gastronómicamente hablando y es posible encontrar una sana coexistencia entre cocina local e internacional, amén de algunos ejemplos que funden ambos planos. Una buena opción para los que quieran disfrutar de la frescura del producto marino es Le N’Gor (en Corniche des Almadies), con ciertas reminiscencias a chiringuito, que se abre sobre la playa y donde paladear pescados a la brasa y algunos fritos. Más informal aún y muy casero es Chez Loutcha, en Le Plateau, que emula cocina criolla, senegalesa e incluso americana, aunque el plato estrella de la casa es el thiebouyappe (arroz con carne). Algo más formal y perfecto para cenas porque además suele tener música en directo es Le Calabasse, en la Carretera des Mamelles, donde se mezcla la cocina senegalesa con la francesa, además de contar con su propia dibiterie. Por si fuera poco, todo el edificio está surcado de artesanía africana en venta, por lo que también puede ser parada obligada para coleccionistas.
GOREE Y EL RECUERDO DE UN INFAMIA PASADA
La herencia colonial también tiene dolorosas huellas en la historia senegalesa y ciertas paradas obligadas como la Isla de Gorée. Haber sido esa gran puerta africana también implicó que durante siglos el comercio de esclavos se canalizase a través de Senegal. Es el caso de la isla de Gorée, a escasa media hora en ferry desde Dakar, cuyo colorido actual esconde un pasado teñido de muerte y sufrimiento, ya que era el último puerto de África, desde donde se embarcaban a hombres, mujeres y niños destino a América, ya convertidos en esclavos.
De esa herencia hoy se conserva la Casa de los Esclavos, la única que hoy sigue en pie y que es el testimonio físico de esa infamia. Aún hoy sus estrechas paredes y sus minúsculas habitaciones estremecen y no cuesta imaginar el resonar de lamentos y llantos de familias enteras que aquí se separaban y que nunca más volverían a verse. Este amargo trance es un trozo de Historia que, aunque dolorosa, no conviene dejar de visitar en Dakar para que seamos más conscientes de un pasado que no debiera repetirse.