Curiosidades: Tíbet, gran viaje al Himalaya

La meseta tibetana –cuatro veces mayor que Francia– se extiende a 4.500 m de altitud. En esa inmensidad habita un pueblo nómada que fascina al mundo por sus curiosas costumbres, su fuerza y su lucha

Desde hace siglos, el Tíbet fascina a los occidentales. En el país más elevado del mundo, oculto tras la más formidable cordillera, los monjes destilan sapiencia y paz refugiados en templos que parecen gemas.

Cuando el viajero llega a Lhasa, estira el cuello por la ventanilla del coche intentando localizar cuanto antes el Potala, el símbolo sin discusión del Tíbet. En el momento en que la visión se produce, una oleada de emoción le recorre el cuerpo. El palacio, blanco como la nieve y rojo como la arcilla, parece un ente orgánico al que le hubiera brotado una roca a los pies, en lugar de un edificio que se halla construido sobre una colina. Resplandece como un faro, lo que es en realidad. La luz que guía a los miles de peregrinos que cada año llegan para realizar círculos en torno a él y llorar por el exilio de su morador, el Dalái Lama.

Antes de adentrarse en el laberinto de estancias y capillas, para tener la mejor visión del Potala vale la pena resoplar durante quince minutos y subir lo que solo es un montículo frente a la fachada sur, pero que el mapa nos señala como cima de un monte llamado Chigpo Ri. Está a 3756 m de altitud, lo que en Lhasa significa, únicamente, cien metros por encima del resto de la capital tibetana. Conviene acudir a primera hora de la mañana, cuando el sol da de lleno sobre el palacio y lo dora, reforzando su imagen de presea. Desde allí, formando un triángulo sobre el plano urbano, se ven las otras dos joyas de Lhasa: el Jokhang, a la derecha, y el Norbulingka, a la izquierda.

El Palacio Rojo alberga multitud de capillas repletas de estatuillas de Buda, thankas pintadas sobre seda y planchas de madera con mandalas.

Al salir de la visita, el viajero tropieza con un desaliñado ejército de peregrinos llegados de todo el universo budista. Realizan la kora o peregrinaje circular en torno al palacio para cerrar su devoto viaje. Y frente a la fachada principal, ignorando el tráfico y la vida moderna, los más conmovidos realizan innúmeras postraciones ante la maravillosa mansión.

 

Campo base Everest. La cara norte del Everest

La cara norte del Everest

Una senda casi llana lleva desde el monasterio de Rongbuk al campo base del Everest, a 5.150 metros. Desde hace siglos, el Tíbet fascina a los occidentales. En el país más elevado del mundo, oculto tras la más formidable cordillera, los monjes destilan sapiencia y paz refugiados en templos que parecen gemas.

 

Palacio Potala - Tibet. Palacio del Potala

Palacio del Potala

Desde el siglo XVII y hasta la invasión china de 1959 fue la morada del Dalái Lama. El Palacio Rojo –parte superior– solo se dedicaba al estudio y la oración. El Palacio Blanco tenía usos más seculares.

 

Jardines Norbulingka - Tibet. Jardines Norbulingka

Jardines Norbulingka

Cuando el viajero llega a Lhasa, es-tira el cuello por la ventanilla del coche intentando localizar cuanto antes el Potala, el símbolo sin discusión del Tíbet. Sin embargo, los jardines Norbulingka, «la joya del parque», son otras de sus maravillas. En su día residencia estival del Dálai Lama, se encuentra rodeada de bellos jardines.

 

Ruedas de la Fortuna - Tibet. Ruedas de la Fortuna

Ruedas de la Fortuna

La manera correcta de rodear un monumento budista tibetano es hacerlo en el sentido de las agujas del reloj. Así se circunnavega en torno a templos, montañas y lagos, muros con piedras grabadas, chörtens (estupas budistas) o cualquier construcción que tenga significado para los creyentes. Al viajar por el Tíbet es importante respetar la tradición. También los molinillos de oración deben empujarse para que rueden en ese sentido. En el sagrado Kailas y algunos lagos como el Manasarovar, el Yamdrok, el Lhamo La o el Nam pueden encontrarse peregrinos que lo hacen en sentido contrario: son seguidores de la religión bon, anterior a la llegada del budismo y con la cual se ha fusionado, aunque conservando liturgias propias.

 

Templo Jokhang - Tibet. Templo Jokhang

Templo Jokhang

El primer templo budista del Tíbet (siglo VII) es también el más venerado. Lo corona la rueda del dharma con 8 radios, rodeada por un ciervo macho y otro hembra.

 

Monasterio en Lhasa. Lámparas de mantequilla en un templo de Lhasa

Lámparas de mantequilla en un templo de Lhasa

Las lamparillas de aceite arden por millares, creando una atmósfera sofocante y neblinosa. El olor de la mantequilla, uno de los aromas que distinguen los centros de oración tibetanos, llena el aire.

 

Lago Yamdrok - Tibet. Lago Yamdrok

Lago Yamdrok

Rumbo oeste, a tan solo 100 km de Lhasa, está el Yamdrok Tso. Situado a 4.441 metros de altitud, es uno de los mayores del Tíbet. Sus aguas se congelan en invierno. Por sus cualidades adivinatorias, es uno de los lagos más sagrados del Tíbet.

 

Kumbum de Gyantse - Tibet. El Kumbum de Gyantse

El Kumbum de Gyantse

El Kumbum es una torre de 35 metros de altura, el chorten más formidable del país, tal vez del mundo. Reproduce la estructura de un mandala y su nombre significa 100.000 imágenes.

 

Monasterio Shigatse en Tibet. Monasterio Shigatse

Monasterio Shigatse

La segunda ciudad del Tíbet, a orillas del Yarlung Tsangpo (Brahmaputra), acoge el monasterio de Tashilhunpo, donde residía el Panchen Lama. Su palacio, el Tashilunpo, es motivo de parada y exploración. Fue levantado a mitad del siglo XV.

 

Caravana de Yaks

Caravana de Yaks

Los yaks transportan el equipaje y los víveres de los viajeros que realizan la kora o peregrinación en torno al Monte Kailas.

 

Kailas - Tibet. Kailas

Kailas

El pico más sagrado de Asia, jamás escalado, considerado el pilar y el centro del mandala del mundo, se alza al sudoeste del Tíbet. Sobre su cima se sienta Shiva, que ha llegado por las escaleras visibles en la roca en forma de rayas horizontales.

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