Asia: Vietnam de arriba a abajo.
En este viaje de norte a sur se descubre la belleza de un país carismático por sus gentes y por sus paisajes.
¡HOLA, HANOI!
Si Vietnam es el producto de muchos siglos de mezclas de pueblos y culturas, hoy en la milenaria Hanoi se juntan el espacio y el tiempo de manera asombrosa. Las leyendas y la realidad regalan en esta ciudad de ciudades la maravilla de vivir en muchos mundos al mismo tiempo. La capital de Vietnam respira trópico, se sabe vecina del poderoso Mar de China, derrocha historia, envuelve a quien la visita en el aroma a café de las montañas cercanas y llena los ojos de colores y sonrisas.
Decidirse a cruzar las calles, en las que no siempre hay semáforos o pasos de cebra, es el primer reto y requiere cautela y decisión. Un dédalo infinito de callejuelas atestadas de vendedores de flores y frutas, textiles y artesanía, dulces y especias, disemina un caudal continuo de millares de motocicletas por minuto hacia mercados, talleres y templos. La sorpresa aguarda en cada esquina, desde las orillas del río Rojo y los lagos y estanques que bañan la ciudad, hasta el Templo de la Literatura (siglo xi), un monumento al sosiego y a la sabiduría donde vale la pena perderse unas horas antes de reemprender el descubrimiento de una ciudad que no descansa.
VIDA CALLEJERA
Desde el Mausoleo de Ho Chi Minh hasta el mercado nocturno de Hang Dao, andando –con prudencia por si pasa el tren– por la estrechísima calle Lé Duan, que es a la vez la arteria ferroviaria que surca el país de norte a sur, cada paseo es una ocasión para asomarse a un mundo que probablemente solo existe ya aquí. Resulta muy recomendable alternar la comida de calle con los restaurantes que recuperan recetas caídas en el olvido y comprobar que, como le sucede a su cocina, Vietnam es hoy una feliz combinación de pasado, sabiduría y tesón.
VIDA VIETNAMINA
No hay límite de edad ni barrera lingüística para disfrutar de las marionetas acuáticas vietnamitas, un arte que tiene su origen en el siglo xi y que se representa por todo el país. Entre los mejores repertorios figura sin duda el programa del teatro Thang Long, en el Barrio Viejo de Hanoi. Ofrece varias sesiones diarias y en su tienda de la primera planta se pueden comprar instrumentos de percusión para niños.
En una ciudad tan grande y llena de atractivos es fácil dejarse arrastrar por el ansia de verlo, fotografiarlo, comprarlo y recorrerlo todo. Si el cansancio hace su aparición, nada mejor que una jarra de cerveza helada a las orillas del céntrico lago Hoàn Kiem y un reconstituyente bhán mì, el popular bocadillo de pan francés con diversas combinaciones de relleno y ricas salsas. Cuando el bochorno aprieta, los vietnamitas utilizan potentes ventiladores también en las terrazas, contemplan el atardecer sobre el templo de la Montaña de Jade, iluminado en su isleta, y las familias pasean por la orilla del río, un placer en cualquier época del año.
SAPA ESCALONADA
La sensación de frío en Vietnam es un privilegio del que disfrutan, en ocasiones, los habitantes de las provincias del norte. A algo más de 300 km de Hanoi, la pequeña ciudad de Sapa y los valles de su entorno ofrecen un bello cuadro de terrazas de arrozales y diversidad étnica. El mercado de Bac Ha reúne un alegre y colorido bullicio de gentes dzao, han, xafang, tay y thai, entre otras culturas del norte.
Las montañas de Sapa son ideales para hacer excursiones, gozar del escalonado paisaje verde y conocer la vida rural alojándose en granjas rodeadas de arrozales que en octubre alcanzan su máximo esplendor. Las rutas a pie pueden durar desde unas horas y llevar hasta cascadas fascinantes como las de Cata Cat o las de Tha Bac, o pueden requerir de varios días, como el trekking al monte Fansipan (3143 m), el pico más alto del país; desde 2016, un teleférico sube a la cumbre en apenas 15 minutos.
DE LA MONTAÑA A HALONG
El contrapunto a esta belleza montañosa lo marca la prodigiosa bahía de Halong, con sus fascinantes mogotes de roca calcárea y tupida vegetación incrustados en medio de aguas poco profundas pero llenas de encanto. Escenario imborrable de novelas y películas de amor y piratas, por esta enorme ensenada navegan a diario centenares de embarcaciones de recreo y miles de pescadores que trabajan y duermen sobre sus olas. Desde la propia ciudad de Halong o desde la isla de Cat Ba se puede navegar en los clásicos cruceros de vela, pero también en las lanchas de madera de los pescadores, que por poco dinero ofrecen la experiencia de surcar en solitario y al atardecer las aldeas de casas flotantes, arribar a una playa desierta y, en función de la marea, adentrarse en alguna gruta espectacular.
Degustar mariscos, salazones y seres extraños como el cangrejo herradura (Limulus polyhemus) en los bares-palafito de la costa es otro de los atractivos de esta zona declarada reserva natural en su mayor parte. Es el mejor final a una jornada de baño en las arenas blancas de Monkey Island, haciendo kayak o llenándose los ojos con unas puestas de sol increíbles.
LA MAGIA DE HUE
En el centro del país aún brilla la elegancia colonial y el recinto palaciego imperial de Hue, capital histórica de Vietnam hasta 1945. Orgullosa de su legado monumental, Patrimonio de la Humanidad, la ciudad sigue viviendo a orillas del mítico río Perfume, que debe su nombre y fama al cultivo de plantas aromáticas. Los puentes, con el Trang Tien a la cabeza, trenzan el tráfico entre las dos mitades de Hue y sus iconos más reconocibles, como la pagoda de la Dama Celestial, un llamativo templo budista de siete alturas. También destacan las siete tumbas imperiales, realizadas en el siglo xix según los principios del feng shui, de decoración exquisita y perfectamente adecuadas al terreno. En Hue –y en cualquier ciudad por pequeña que sea– pasear por el mercado permite conocer la realidad cotidiana. Los enclaves costeros tienen, además, el aliciente de encontrar buen marisco y pescado, sabiamente combinado con caldos como el pho y salsas como la nuoc cham que han dado fama universal a la cocina vietnamita.
POSTALES DE HOI AN
Dos imágenes vienen a la mente al hablar de la cercana Hoi An: los farolillos flotando al caer la tarde en el río Thu Bon y el Puente Japonés, financiado en 1590 por los comerciantes nipones asentados en la ciudad, aunque la leyenda cuenta que se construyó para aplacar al dragón con la cabeza en la India y la cola en Japón que, al removerse, hacía temblar media Asia. Hoi An es un remanso de espiritualidad repleto de talleres de artesanía y un lugar excelente para constatar la amabilidad de los vietnamitas, siempre con una sonrisa en el rostro y la mejor de las intenciones
EL PARAÍSO TROPICAL DE NHA TRANG
Rumbo sur, una hora de vuelo separa de Nha Trang, uno de los destinos de playa más populares de Vietnam. Arena fina y aguas transparentes constituyen el ingrediente básico de la zona, al que se añaden magníficas instalaciones hoteleras y todas las comodidades para disfrutar del sol y el mar, del buceo, de descanso y también de diversión.
En un mismo día es posible visitar la isla Hon Tre a bordo del telecabina Vinpearl, de más de 3000 m de recorrido sobre el agua, y después andar entre las Torres Po Nagar. Este conjunto de templos de la dinastía cham –una etnia originaria de Borneo que ha sobrevivido, aunque muy menguada, hasta la actualidad– datan del siglo viii y guardan similitud con el complejo jemer de Angkor (Camboya).
DA LAT Y EL CAFÉ
Hacia el interior, el territorio va tomando altura hasta alcanzar los montes de la provincia de Da Lat, famosa por sus cafetales. Los franceses introdujeron el cultivo del café a finales de los años 50, pero no fue hasta los 90 cuando la producción alcanzó un volumen considerable; hoy Vietnam es el segundo productor mundial, superado solo por Brasil. Un alto porcentaje de los cultivos se dedica a la variedad robusta, la más demandada, pero es fácil encontrar granos de tipo arábica cada vez más cuidados y entre los que destaca, por su creciente popularidad el kopi luwak, digerido por civetas. Este peculiar método de lavado del grano, imprescindible para su posterior tostado y consumo, ha contribuido a multiplicar por el país las granjas de estos pequeños mamíferos.
HO CHI MINH Y EL FUTURO
La siguiente parada es Saigón, rebautizada Ho Chi Minh tras la unificación del país en 1976 y situada a 500 km por carretera o a una hora de vuelo. En este gigante urbano la sabiduría ancestral late bajo una rabiosa modernidad arquitectónica y tecnológica.Nunca imaginó Graham Greene que su descripción de la ciudad en los años 1950 quedaría tan arraigada en el trazado urbano. Casi todos los escenarios de su maravillosa El americano impasible permanecen impregnados del aura de espionaje y glamur que rezuma la novela y hoy basta un café en la terraza del hotel Majestic –lo siguen sirviendo en tazas de porcelana francesa– para comprender que el Mekong, más que un río, es la historia viva del sur de Vietnam.
En Ho Chi Minh, donde todo es posible y parece multiplicado por mil, se pueden encadenar en una sola jornada diversas actividades: visitar una de sus reputadas sastrerías, asomarse a la legendaria oficina central de Correos, almorzar en el Magnolia, donde se recrean antiguas recetas como el arroz con flor de calabacín o los rollitos goi cuon rellenos de cangrejo, deambular por mercados como el imprescindible Benh Thanh o el Russian Market, contemplar el abrumador horizonte urbano desde la terraza del hotel Sunland y disfrutar de un concierto o ballet en el Teatro de la Ópera de Saigón, para terminar el día cenando y tomando una copa en el patio del elegante hotel Continental o en cualquiera de las muchas terrazas con música y buen ambiente que hay en la ciudad.
LOS RESTOS DE LA BARBARIE
A pocos kilómetros de Ho Chi Minh se puede navegar por el delta del Mekong y visitar los túneles de Cu Chi, tenebrosa huella de la guerra que libraron los vietnamitas, tras independizarse de Francia, contra Estados Unidos entre 1955 y 1975. En pleno centro urbano se halla el Museo de la Guerra, donde se documenta aquel desgarrador episodio y donde queda de manifiesto el papel esencial de corresponsales como Robert Capa –cronista de la Guerra Civil española y de la Segunda Guerra Mundial–, que murió en 1954 mientras cubría la primera guerra de Indochina, o el argentino Ignacio Ezcurra, que falleció en 1968 también en Vietnam. El edificio del Museo de la Guerra cuenta con una decena de tiendecitas que venden prendas singulares y bordados artesanales.
UN RESPIRO EN CON DAO
El broche de oro a la experiencia viajera por Vietnam lo pone la isla Con Dao. A menos de una hora de avión de Ho Chi Minh, este archipiélago posee playas salvajes y una naturaleza exuberante. Un museo recuerda que fue un penal durante la colonia francesa y que era apodada «la isla del diablo». Pero hoy, con sus magníficos hoteles, sus reservas de coral y sus tortugas, es uno de los paraísos preferidos por los vietnamitas para el descanso.