Covid-19: Alojados en un hotel de la era post Covid.
Han pasado cinco meses desde que nos alojamos en un hotel por última vez. Ya era hora de volver.
La Plaça de la Rosa dels Vents está mucho más animada que de costumbre, sobre todo si la comparamos con los últimos meses. Aún así, esa lejanía que situaba al Hotel W Barcelona en un lugar incierto que no pilla de paso al barcelonés, se ha convertido ahora en una distancia necesaria donde la fuerza del viento que a menudo sopla por estos lares y la corriente marina son, dadas las circunstancias sanitarias, fenómenos necesarios y hasta bienvenidos.
No hay ningún motivo especial para haber elegido el icónico W Barcelona a la hora de ejemplificar cómo es hoy y tras meses sin hacerlo, regresar a un hotel. Pero a la vez hay unos cuantos. El hotel social por excelencia de la ciudad ha tenido un duro trabajo durante estos meses para que su producto no quedara desposicionado en una actualidad donde las distancias mandan. Hay una máxima para que un hotel se convierta en un significante cultural, su arquitectura, y en esto el hotel W ya tiene mucho ganado, sobre todo con el valor añadido del corazón iluminado en la famosa fachada de Bofill, que ha permanecido latiendo durante todo el confinamiento. Fue su particular mensaje a la población: la vida sigue. Vaya que sí.
PROCESO DE CHECK IN
Aparentemente nada ha cambiado en las entrañas del hotel, su lobby. Un espacio abierto acostumbrado a la vida donde siempre hay música y gente, mucha gente. Esta vez no tanta, aunque se agradece ver el buen ambiente y escuchar el run run de las conversaciones en, por cierto, varios idiomas, fundamentalmente español y francés. De hecho, más de la que hubiésemos pensado, y ahí está su director, Stijn Oyen, para confirmarlo: “estamos a más de un 40% de ocupación, una muy buena noticia con tan solo tres días abiertos”. Y continúa: “sobre todo nos están visitando parejas y reducidos grupos de amigos que, como todos, necesitaban un momento para ellos y para la desconexión”.
Vemos que, a pesar de las circunstancias, sigue habiendo interés en viajar y en disfrutar de los servicios que ofrece W Barcelona (Stijn Oyen)
Mientras esas conversaciones continúan, nos dirigimos a recepción para el registro, que es bastante rápido. Unas mamparas de cristal elevan los cuatro mostradores de recepción hasta casi el techo y minimizan el contacto durante el proceso. Estéticamente todo está muy integrado, incluidas las dos alfombras (no rojas sino grises) que obligan a cada persona que entra a lavarse las manos con gel hidroalcohólico justo a la entrada del hotel. La distancia de seguridad obligatoria está marcada a través de una señalética en el suelo que ordena a cada persona dónde debe situarse para evitar aglomeraciones y, tras un par de indicaciones sobre los amenities de la habitación y la ausencia de minibar para minimizar riesgos, ya podemos subir.
Durante estos meses, W Barcelona ha aprovechado para trabajar en la mejora y mantenimiento de las instalaciones del hotel, sobre todo para adaptar los espacios a las nuevas exigencias de limpieza y distancia social, esto es lo que el cliente puede percibir a cada paso. Lo que ya no es tan visible es el conjunto integral de protocolos de limpieza que Marriott International ha diseñado para abordar un amplio espectro de virus, incluido COVID-19, que va desde la higiene de manos hasta especificaciones sobre productos o procedimientos para la limpieza de las habitaciones de los huéspedes y las áreas comunes.
EN EL INTERIOR DE LAS HABITACIONES
Solo hay dos cosas que posiblemente puedan llamar la atención a un huésped a la llegada a su habitación: la ausencia de decoración textil (ya no hay cojines, ni mantas, ni el característico plaid decorativo al borde de la cama), y el minibar está vacío. También se ha reducido la oferta de amenities (aunque si el huésped necesita algo puede llamar a recepción y pedirlo), y los objetos de uso frecuente, de ahí que también hayan desaparecido las cartas del Room Service, que se han sustituido por tres códigos QR con toda la información en varios idiomas. Hay un kit con un gel desinfectante, unas toallitas sobre la mesa, algo con lo que ya estamos más que familiarizados, y los vasos estarán plastificados. Por lo demás, nadie notará nada diferente a lo habitual.
Digitalizar nuestra rutina forma parte de un proceso que, si bien la Covid-19 ha acelerado, nadie duda que ha llegado para quedarse. Otro ejemplo es que ahora se potencia muchísimo la app móvil Marriott Bonvoy, con la que es posible desde abrir la puerta de la habitación sin contacto ni llave física, hacer check in y check out, pedir comida y bebida al servicio de habitaciones, o comunicarnos con el personal del hotel antes, durante y después de la estancia a través de un chat, reduciendo el contacto personal pero obteniendo todo el servicio de siempre. Hola, futuro.
PEQUEÑOS CAMBIOS EN LA GASTRONOMÍA PARA SEGUIR DISFRUTANDO
En el entorno hotelero, todo ha cambiado para que nada cambie, por eso en los desayunos los aforos en los buffets se han limitado y los clientes ya no pueden servirse la comida (tan solo unos platos fríos que además están precintados). Pero en su lugar, en el hotel W se ofrece el desayuno a la carta con una buena oferta de platos calientes (sus huevos Benedict siguen siendo de los mejores de la ciudad también tras el confinamiento), y han creado unas cajas especiales de bollería para cada cliente que es entregada por el staff del restaurante al huésped cuando toma asiento. Spoiler: están crujientes y calentitas.
Los 25 años con los que cuenta la chef Carlotta Delicato han sido suficientes para que las brasas de su restaurante Fire no perdieran ni un ápice de calor, de ahí que prácticamente cada día las mesas de la improvisada terraza que han montado al aire libre estén llenas cada día, tanto, que desde el hotel ya se plantean hacer una pequeña reforma para establecerla de forma permanente. Obvio, nadie se resiste a esta oda al fuego de donde salen platos como su famoso puerro a la brasa o la tierra carne de solomillo en una de las mejores cartas para carnívoros de la ciudad. La música de DJ y las excelentes vistas a la piscina del hotel y a la playa de la Barceloneta siguen ambientando las mejores veladas en este hotel nacido para socializar aún en tiempos de Coronavirus.
AY, EL FUTURO
“Es muy pronto aún para hablar de porcentajes de ocupación, pero sí puedo afirmar que actualmente y en comparación con otros hoteles de la ciudad, estamos a un nivel de ocupación mucho más elevado de lo que habíamos previsto. Vemos que, a pesar de las circunstancias, sigue habiendo interés en viajar y en disfrutar de los servicios que ofrece W Barcelona”. Son palabras de su director, Stijn Oyen, quien se muestra muy satisfecho con todo el trabajo realizado, no solo durante estos meses, sino en la actualidad.
“Cada día se le toma la temperatura a trabajadores y proveedores cuando cruzan el umbral del hotel, y por supuesto la mascarilla es obligatoria en todos los puestos de trabajo”, sentencia Oyen, para quien “debemos ser muy estrictos en el cumplimiento del protocolo para que el huésped se sienta seguro”.
Hay algo que sí está claro y es que, una vez llegue la tan esperada recuperación, traerá con ella un nuevo sentido de «normalidad” en lo relativo a viajar. La pandemia global no solo ha cambiado las expectativas de los viajeros. Fundamentalmente ha cambiado las actitudes y los comportamientos humanos a una velocidad nunca vista, y todos tendremos que adaptarnos y responder a estos cambios. Para Oyen, “a corto plazo, nuestros hoteles tienen el reto de encontrar el equilibrio entre la distancia social y la calidad humana, y este debería ser el objetivo a cumplir por la hotelería mundial”. Palabra de hotelero.