Fidel Castro y el turismo
De las múltiples facetas del desaparecido dictador hay una de la que se escribe poco pero que es, en mi opinión, de las más interesantes para conocer más a fondo a uno de los personajes más interesantes de la segunda mitad del siglo XX. Se trata de su posición respecto al turismo que es hoy día el principal sector de la economía cubana, en un año en el que visitarán la isla más de tres millones y medio de turistas que se gastaran tres mil quinientos millones de dólares.
Hoy se asume que el desarrollo del turismo es imprescindible para el avance económico, pero en los años ochenta, cuando surge la posibilidad de conseguir las imprescindibles divisas, no todos estaban de acuerdo en que fuera una buena idea, puesto que la llegada masiva de turistas podría contaminar a la población local con ideas capitalistas, como había pasado en España y debilitar, en consecuencia, al régimen.
A finales de esa década, realicé una serie de viajes a Cuba como asesor de diferentes entidades internacionales como la Unión Europea, la OCDE Y la Organización Mundial del Turismo por cuenta del Programa de Ayuda al Desarrollo de las Naciones Unidas y como consultor para algunas empresas.En varias ocasiones fui recibido por Fidel Castro tanto en su despacho del Palacio de la Revolución como en otros lugares. En una de esas ocasiones pasé un día entero con él en una experiencia propia del realismo mágico caribeño.
Tabacalera era uno de los financiadores de las primeras actuaciones para el desarrollo de Cayo Coco. El presidente de una de sus filiales, Martínez de la Escalera, me pidió que colaborara en el proyecto. Para conocer el Cayo nos desplazaríamos en avión a Holguín y en helicóptero al destino. Nos comunicaron que tendríamos la oportunidad de entrevistarnos con el Comandante, que estaba muy interesado en el proyecto.
El vicepresidente del Gobierno y Ministro de Turismo, Osmany Cienfuegos, hermano del héroe desaparecido, nos dio cita a las seis de la mañana en el área militar del aeropuerto donde nos esperaba con un “roncito” y un cohibas Lancero que encendimos siguiendo su ejemplo. Nos trasladamos al avión militar cruzando la pista, Lancero en mano y nos instalamos en el avión. Al poco de despegar, Cienfuegos , con él que ya me había reunido en otras ocasiones, me pregunta por el proyecto, le informo y me contesta con su voz nasal y su acento local: “Amigo Vasallo, a ver si sacamos adelante esto de Cayo Coco y arreglamos de una vez esta jodedera del socialismo tropical”. La definición del Vicepresidente de la cosa no podía ser más descriptiva.
En Holguín, provincia de la que era oriundo Castro, nos alojaron en una casa de protocolo y al poco nos anunciaron que estuviéramos preparados para sumarnos a la comitiva del Comandante, cosa que hicimos. Se trataba de un día de relaciones públicas, como al parecer, había tantos en los programas de Castro. Exigía que todo el mundo siguiera con sus labores habituales, mientras inauguraba un aula de un centro escolar o una pequeña feria agrícola. Por el camino se paraba con el primero que veía y mantenía conversaciones surrealistas como con el albañil que, siguiendo órdenes, no paró de darle al martillo pilón hasta que Fidel estuvo a un paso de él y le pregunto por si en vez de usar la maquina rusa VX Z 1 no hubiera sido mejor la checoslovaca XV Z2, a lo que el obrero sin inmutarse le contestó que por su parte encantado, que él haría lo que le mandara el Comandante, mientras que las comitiva y los espectadores alababan los altos conocimientos del Comandante en materia de martillos pilones. Entre obra y obra en las que se sucedían sucesos similares, me pidió que le acompañara en el automóvil, un Mercedes negro ya entrado en años exactamente igual a los otros cuatro que formaban la comitiva. Después de cada parada abordaba un auto diferente sin que nadie tuviera conocimiento previo de cuál sería el elegido.
A la hora del almuerzo nos trasladaron a una casa de protocolo. Éramos diez personas a la mesa. Cuando los camareros trajeron el plato principal, carne con verduras, Castro insistió en servirnos a cada uno. Al irnos a poner el vino Castro llamó al que llevaba la botella en la mano y le preguntó: “Compañero, ¿de dónde es este vino?” “Búlgaro, comandante” “¿Y de dónde son nuestros invitados?” “Españoles”. “Pues entonces tráiganos unas botellas de las que me regala el presidente González”. Y nos sirvieron un Tinto Valbuena.
Regresé a España y realicé mi informe. El proyecto fue premiado. Cuando regrese a La Habana fui recibido por Castro en su despacho y mantuve con él una interesante conversación de más de dos horas. Cuando le enseñí la página del ABC en la que venía un artículo con la información sobre el premio, tras rascarse la parte superior de la frente, me preguntó: “¿Qué es esto de que España ha tenido que tirar 60.000 litros de leche?”. Sorprendido le pido el recorte y compruebo que en la parte inferior, en un pequeño recuadro, venía una noticia sobre excedentes de la cuota de leche asignada por la Unión Europea. Se lo expliqué y su conclusión fue que esto del capitalismo no tenía arreglo. Castro me preguntó por las posibilidades de cumplir el plan del Ministerio de Turismo para llegar a los dos millones de turistas en los próximos cinco años y le expliqué que era posible pero que necesariamente habría que hacer la vida más fácil al turista y que el sistema de cambio dual no funcionaría con una cantidad elevada de turistas, al tiempo que la comunicación entre locales y foráneos incentivaría una liberalización de la economía y de las actitudes sociales. Inevitablemente volverían las jineteras, retiradas en aquella época por la represión, y la economía subsidiaria del turismo se haría cada vez más importante. Muy serio Castro dijo: “Drogas, prostitución y mercado negro, así era Cuba en los años cincuenta y yo no he hecho la Revolución para volver a eso”.
Sin embargo, la realidad se impuso. El turismo creció con altibajos, las empresas hoteleras españolas que se instalaron allí unos años más tarde controlan la mayoría de los hoteles de cuatro y cinco estrellas y, a pesar de Trump, el porvenir del turismo en Cuba es positivo.