Rusia: Moscú al otro lado de la Plaza Roja.
Islas de ultramodernidad y rincones decimonónicos de la Rusia zarista se alternan en una metrópoli hipnótica de la que apenas se conoce la Plaza Roja
Kitay Gorod
Tanto o más adeptos a esta iglesia tiene GUM, el gran almacén de lujo fundado en la era Imperial que sigue siendo el aperitivo perfecto para adentrarse en Kitay Gorod, el barrio que conserva el glamour de la alta burguesía zarista. En esta zona están las plazas más célebres de Moscú, la del Teatro Bolshoi o la de Lubyanka, desde la que se accede a Central Children’s Store, el paraíso de los juguetes desde 1957, un paraíso de luz y color que contrasta que la tétrica sede de la antigua KGB.
Muchas de las calles de Kitay Gorod están peatonalizadas, así que son ideales para dar un paseo con estilo, visitando boutiques, bares y restaurantes de moda antes de adentrarse en ese Moscú soviético de grandes avenidas con diez carriles y manzanas interminables.
Los atractivos continúan bajo el subsuelo, con el metro de Moscú como máximo exponente. Concebido como un ‘palacio para el pueblo’, esta gigante red de túneles -15 líneas, 408 km y 236 estaciones y 872 escaleras mecánicas- es posiblemente uno de los mejores sistemas de transporte urbano del mundo. Ni siquiera de noche, antes de echar el cierre a la 1 am, desciende la frecuencia de trenes, así que no es necesario correr excepto para coger el último.
Aunque suelen llamar las atención los detalles decorativos más opulentos -paredes de mármol, lámparas de araña, bajorrelieves y esculturas alegóricas de logros militares, científicos o deportivos de la URSS- lo verdaderamente sorprendente son las estaciones construidas durante la Guerra Fría a 85 metros de profundidad de tal modo que también sirvieran como refugio nuclear. Aventurarse en cualquiera de sus escaleras mecánicas en hora punta es lo más parecido a meterse en una película de ciencia ficción o en un hormiguero.
A 85 m de profundidad y decoradas como suntuosos palacios, muchas estaciones del metro de Moscú se idearon para servir como refugios nucleares
Alrededor del río
La importancia del río Moscova en la configuración de esta ciudad queda patente comprobando la cantidad de lugares de interés que encontramos en sus orillas. En uno de sus meandros más pronunciados encontramos el Hotel Ukraina, uno de los siete rascacielos con forma de tarta nupcial rematados con la estrella roja también conocidos como las Seven Sisters, todo un símbolo del poder de Stalin, que encargó su construcción para demostrar al mundo que el Moscú comunista no tenía nada que envidiar al Nueva York capitalista.
Totalmente reformado con los estándares del lujo más exigente, el Ukraina es el lugar donde codearse en el desayuno con los más poderosos del país. Las medidas de seguridad para acceder son extremas y en sus salones se pueden intuir quiénes son los que mandan en Rusia detectando guardaespaldas de caras poco amistosas.
Desde el embarcadero del hotel parten los barcos de Radisson Royal Moscow, modernas barcazas panorámicas de lujo que recorren el Moscova descubriendo todos los edificios emblemáticos que se encuentran en el camino hasta el Kremlin. Así, cómodamente sentado en el bar-restaurante, pasan delante de nuestros ojos los rascacielos del Moscow International Business Center, principal área de negocios de la capital, donde hasta hace nada se ubicaba el rascacielos más alto de toda Europa, el Federation Tower, con 374 metros, un récord que le ha arrebatado Lakhta Center, sede de la compañía gasística Gazprom, en San Petersburgo, que alcanza los 462 metros.
Mucho menos ligero pero más elegante es la llamada Casa Blanca Rusa, el edificio en el que residió el poder legislativo en la Rusia soviética y escenario de golpes de estado y bombardeos durante la atribulada transición hacia la economía capitalista llevada a cabo en los años 90 del siglo XX.
Octubre Rojo en versión millennial
La Ciudad Olímpica, sede de los Juegos de 1980 y la torre de la Universidad Estatal Lomonosov, fundada en el siglo XVIII, desfilan también antes de terminar el paseo en el centro histórico, junto a la Catedral de Cristo el Salvador.
Esta iglesia es en realidad una reconstrucción de la que Stalin mandó demoler para construir el llamado Palacio de los Soviets, un edificio gigante rematado con una estatua de Lenin ideado con la sola finalidad propagandística de asombrar al mundo. La II Guerra Mundial abortó el proyecto, así que el hueco abierto para los cimientos se usó como piscina, que fue la más grande del mundo hasta que en 1994 se reconstruyó la iglesia demolida.
Nada que ver con el ambiente religioso es el que encontramos al otro lado del puente peatonal que une la iglesia con la isla del Kremlin. Allí se está Krasny Oktyabr (Octubre Rojo), una antigua fábrica de chocolate que ha sido transformada en un centro de arte y ocio alternativo. Las naves son ahora galerías de arte, oficinas de start ups, medios de comunicación, clubes, cervecerías y restaurantes de moda, todo ello, por supuesto, decorado con el trabajo de de artistas callejeros para darle un toque underground al asunto.