Ciudades: Chicago por once razones
Una ciudad con estilo propio y con muchísimos encantos. Empezando por estos.
RASCACIELOS DESDE EL RÍO
El tour en barco por el río Chicago podría ser un simple y bonito paseo si no fuera por las explicaciones de los guías sobre la evolución arquitectónica de la ciudad. Una entretenida clase a cielo abierto que repasa la historia de Chicago a través de los diversos estilos de sus rascacielos. A derecha e izquierda, mientras se pasa bajo los puentes de hierro, se elevan edificios de más de 50 pisos diseñados por arquitectos famosos de diferentes orígenes. Tras el devastador incendio de 1871, la ciudad se convirtió en un lienzo en blanco para los jóvenes arquitectos de la llamada Escuela de Chicago, con Louis Sullivan y Daniel Burnham a la cabeza, que levantaron los primeros rascacielos a finales del siglo XIX. En los años 20, los estilos beaux arts y art déco aplicaron elaborados detalles ornamentales en fachadas y en muros y techos interiores: mosaicos y vidrieras (Marquette House), apliques metálicos, cubiertas doradas que destellan bajo la luz del sol (Hard Rock Hotel )… El guía (o la guía) del barco casi no da abasto. Aparece la exultante Torre Trump, los sobrios edificios de Mies van der Rohe, el clásico Wrigley Building con su reloj en lo alto y la Tribune Tower, coronada por un torreón neogótico que recuerda las catedrales europeas. También hay invenciones urbanistas como la Mazorca o Marina City (1964), un curioso concepto de “todo en casa”, desde el aparcamiento del coche hasta el amarre del barco, tiendas, cine, escuela y, claro, viviendas.
ESCULTURAS URBANAS
Picasso, Miró y Alexander Calder, entre otros, contribuyeron a embellecer Chicago en la segunda mitad del siglo XX. Descubrir las obras que les encargó el gobierno de la ciudad puede ser un objetivo entretenido un día soleado. En la plaza Daley, la escultura metálica Sin título de Picasso centra todas las miradas. El artista dijo haberse inspirado en una mujer francesa, aunque hay quien ve en ella la imagen del dios egipcio Anubis o incluso el lomo de un caballo… Algo parecido sucede con Miss Chicago de Miró, una figura de piedra, hierro y cerámica que ahora queda medio escondida tras una marquesina de autobuses. El mosaico Las cuatro estaciones, de Marc Chagall cubre las dos caras de un muro entre las calles Dearborn y Monroe. Cerca de ahí, Alexander Calder instaló su Flamingo, rojo y estilizado, el contraste perfecto a los sobrios edificios de Mies van der Rohe dispuestos alrededor. Los habitantes de Chicago están enamorados de este arte público, aunque eso no quita que le dediquen “cariñosos” apodos, como el de Snoopy en una batidora para el monumento de Jean Dubuffet, emplazado a la entrada de uno de los edificios del estado de Illinois. El Millennium Park alberga tres obras escultóricas geniales: The Cloud, apodada “la alubia” (the Bean), de Anish Kapoor; la original The Crown Fountain, del catalán Jaume Plensa; y el Pabellón Jay Pritzker, de Frank Gehry. Frente al Chicago Cultural Center, una vaca de bronce conmemora este arte público de la ciudad; en la retina de un ojo lleva grabada la escultura de Picasso y en la otra, la icónica Water Tower.
EL ESTILO CHICAGO ESTÁ EN LA MASA
Imposible resistirse a comer una pizza Chicago Style. La comparación con la italiana revela al instante diferencias notables: masa gruesa, tamaño gigante y un contenido denso que mezcla diversas carnes con una espesa salsa de tomate y mozzarella. Se cuece en una especie de sartén para que la masa adopte la forma de tarta y de esta manera el contenido no se desborde. Una pizza normal tarda unos 45 minutos en estar lista, así que mientras se espera, no hay más remedio que pedir una patatas fritas, unas alitas de pollo o unas empanadillas de mozzarella. Y después, salir rodando del restaurante, of course.
El otro plato estrella es el Chicago-style hot dog, Chicago Dog o Chicago Red Hot. Un perito caliente de carne de ternera, con mostaza, cebolla a rodajas o picada, pepinillos, tomate y pimiento verde. Atención: la receta no incluye ketchup. La oferta vegetariana y los menús más ligeros han ido tomando las cartas de los restaurantes más céntricos hasta el punto de que ahora ya no es imprescindible hincharse de grasas cada vez que uno se sienta a la mesa.Fuera del Loop, la cocina se internacionaliza y todos los sabores del mundo compiten para trasladar al viajero hasta México, Grecia, China o Rusia, depende del barrio en que uno se encuentre.
De los 7300 restaurantes de Chicago, 22 tienen estrella Michelin, así que no hay excusa para no darse el lujo de probar la alta cocina de esta ciudad. El festival Taste of Chicago, en junio, permite experimentar todos esos sabores en unos pocos días.
BLUES DE LA MAÑANA A LA NOCHE
Desde Louis Armstrong a Frank Sinatra, los Blues Brothers o Buddy Guy, la música jazz y blues forma parte de la historia y del carácter de Chicago. Existe una ruta completa que incluye desde locales legendarios como The Green Mill, donde Al Capone solía despachar sus negocios, o B.L.U.E.S, hasta clubs más íntimos como el Rosa’s Lounge o el que regenta el propio Buddy Guy.
Para saber más sobre el origen y la evolución del jazz, el blues y el blues eléctrico en la ciudad, hay dos visitas interesantes: el Museo de Historia de Chicago y Chess Records, el antiguo estudio de grabación transformado ahora en museo gestionado por la Fundación Willie Dixon’s Blues Heaven.
La ciudad ofrece en verano varios festivales gratuitos que acercan el blues a espacios públicos donde familias, jóvenes, no tan jóvenes y nostálgicos pueden disfrutar escuchando a primeras figuras en escenarios al aire libre. En junio y septiembre tienen lugar los dos más famosos.
DÍA DE PLAYA EN EL LAGO MICHIGAN
Partidos de voleibol, niños jugando a pelota, cuerpos esculturales bronceándose, sombrillas, el vigilante oteando las aguas desde su silla-atalaya mientras los veleros se recortan en el horizonte… Una escena típica de playa americana, solo que esto es el lago Michigan.
Después de un gélido invierno, los habitantes de Chicago reciben el verano con una ilusión desbordante que se contagia. El paseo que circula junto a la línea de costa es ideal para corredores y ciclistas, paseantes y también gente que se sienta a leer, jugar al ajedrez o simplemente a charlar y disfrutar del skyline de Chicago, un recortado perfil de rascacielos con la torre Hancock en primer término.
MIRADORES DE VÉRTIGO
Volar o mejor, flotar, mantenerse suspendido en el aire viendo los coches, la gente y los barcos circular bajo nuestros pies. The Ledge, la repisa del mirador Skydeck se asoma sin transición al vacío: una caja de vidrio que sobresale de la fachada de la torre Willis (antes, Sears) desde su planta 103, a 412 m de altura. Una vez sobrepuestos del “vuelo”, se puede disfrutar de las vistas desde el resto de ventanales panorámicos y contemplar todos los ángulos de la ciudad, 360º sin interrupción. Ahí está el lago, el río, el tren elevado de The Loop y el resto de rascacielos, incluido el otro gigante de Chicago: la torre John Hancock Center. El mirador de esta última se sitúa en la planta 94, a 340 m de alto, y ofrece otra perspectiva de vértigo desde una estructura que se inclina y convierte al visitante en una especie de paracaidista sujeto a unas barras y con la nariz a un palmo del vidrio.
El Aon Center, un rascacielos de 346 m asomado al Millennium Park, estrenará pronto un ascensor exterior que llevará en pocos minutos hasta casi la azotea. Y en 2020 está prevista la inauguración de otra torre a orillas del río, la Vista Tower de la arquitecta Jeanne Gang, que por supuesto también tendrá su mirador.
DE COMPRAS Y MERCADILLOS
No hay duda de que Chicago tiene estilo. Basta con dar un paseo por laMagnificent Mile (Mag Mile) para comprobarlo. Este tramo de Michigan Avenue reúne lujosas boutiques, centros comerciales a la última y dos edificios emblemáticos en sus extremos, el Wrigley y el Hancock Center. El mercado de Maxwell Street, todos los domingos, es la antítesis a las tiendas de Mag Mile. Aquí se vende de todo, desde calcetines y camisetas hasta discos de vinilo y antigüedades. la jornada suele estar animada por alguna banda de blues.
Quien busque ropa original, exclusiva de Chicago, debería desplazarse hasta el barrio de Wicker Park, donde se han instalado los jóvenes diseñadores locales. En esta zona se halla una de las tiendas más curiosas de la ciudad, The Boring Store, especializada en material para espías que invierte parte de los beneficios en actividades sociales y de alfabetización. Los más nostálgicos hallarán discos de vinilo y CDs de indie-rock y rock alternativo en Reckless Records, también en el barrio de Wicker.
ESCENARIOS DE CINE
Chicago ha dado a los cinéfilos un mapa completo de localizaciones de películas famosas y también de films independientes. Entre los más conocidos, destaca Union Station (en la imagen). Aquí se filmó la larga secuencia de Los Intocables de Eliot Ness, cuando el audaz fiscal y sus ayudantes esperan al contable de Al Capone. En Alta fidelidad, el personaje que interpreta John Cusack, un forofo de los discos de vinilo, entra en el Biograph Theatre cuando aún era un cine. El puente de Wells Street aparece en El fugitivo, mientras que en el de Michigan Avenue se conocen Eliot Ness (Kevin Costner) y Malone (Sean Connery). para compensar el lado artístico de la ciudad, Matthew Broderick se pasea por el Art Institute en Todo en un día. En cuanto a los rascacielos, Los Transformers se cargan la Torre Trump y Batman se cuelga del IBM Building en El caballero oscuro.
EL INICIO DE LA 66
En la calle E. Adams se halla el punto exacto que marca el inicio de la mítica Ruta 66, también conocida como The Main Street of America (La Calle Principal de América) y The Mother Road (La carretera madre). La kilométrica carretera que conectaba Chicago con Los Angeles (3939 km) se hizo famosa en los años 50 a través de los escritores, poetas y músicos de la Generación Beat. Allen Ginsberg, William Burroughs y Jack Kerouac viajaron hacia el oeste para empaparse de la cultura y el paisaje de la América profunda. Aunque ahora muchos tramos se recorren por autopista, la Ruta 66 se ha convertido en una peregrinación entre dos grandes metrópolis, un viaje de introspección que después de miles de kilómetros alcanza la dorada costa del Pacífico.
EL ART INSTITUTE OF CHICAGO
Las grandes obras del siglo XX americano y las del impresionismo y postimpresionismo europeo se concentran en este gigantesco museo, instalado inicialmente en el edificio de la Exposición Universal de 1893 yampliado en las décadas siguientes. Monet, Degas, Seurat, Cézanne, Toulouse-Lautrec reinan en una de las plantas del museo, como lo hacen Jackson Pollock, Edward Hopper o los granjeros de Grant Wood en el área dedicada al expresionismo y el arte abstracto estadounidense. Las vistas del Fuji de Hokusai aportan la nota oriental, mientras que Zurbarán siembra de tristeza y angustia al más alegre de los visitantes. Las vidrieras que dan al patio de McKinlock son de Marc Chagall.
VERANO EN RIVERWALK
El paseo fluvial del río Chicago se ha convertido en el enclave más frecuentado los días de verano. De la mañana a la noche, sus caminos, terrazas y espacios para sentarse al sol están repletos de gente. Grupos de amigos, parejas y solitarios corredores o lectores disfrutan de una zona recuperada, reconstruida, saneada y revitalizada con restaurantes que ofrecen lo último de la gastronomía vegana, helados de múltiples gustos o las cervezas que elaboran las breweries artesanas de la ciudad. Por la noche, hay que acercarse a contemplar el espectáculo visual del Mart Art, una proyección de luces e imágenes sobre la fachada del edificio Mart, el primer centro de comercio que hubo en Chicago.