En Madurai, al sur de la India, se encuentra el templo de Meenakshi nominado a una de las siete maravillas del mundo y dedicado a la diosa de la fertilidad y el amor.
Es curioso cómo la arquitectura puede revelar las prioridades de un momento concreto, la ambición de un grupo en un tiempo exacto. Los edificios más altos del mundo son una prueba infalible. Suelen ser los que más recursos necesitan, los más innovadores y estéticos, y por ende, los más importantes. Pues bien, los veinticinco más prominentes se utilizan como oficinas de grandes empresas y hoteles de lujo.
Pero no siempre fue así. Hace tiempo –mucho tiempo- las grandes inversiones se destinaban a construir templos. Los dioses lo acaparaban todo, gigantes que necesitaban infraestructuras a su nivel y de allí surgieron las pirámides egipcias, las grandes catedrales europeas o como se observa en la imagen, el templo de Meenakshi, en la ciudad de Madurai, al sur de la India. Nominado en 2005 a ser una de las siete maravillas del mundo, el complejo religioso está dedicado a Meenakshi, la diosa de la fertilidad y el amor. Consta de doce gopurams, torres donde se practica el culto y que pueden llegar a mediar más de 50 metros de altura. Casi 33.000 animales, demonios y dioses de la tradición hindú decoran la fachada de cada una de ellas en un mosaico multicolor, aunque la decisión de pintarlos es relativamente reciente.