Colombia: Éxtasis colonial en Cartagena de Indias

Plazas y fortificaciones, restaurantes, playas paradisíacas… he aquí una guía para descubrir todos los tesoros de ‘la heroica’ colombiana.

iStock-472552712. PERDERSE POR SUS CALLEJUELAS

PERDERSE POR SUS CALLEJUELAS

A Cartagena hay que saborearla con agua de coco y coctel de camarones y descubrirla andando sin rumbo fijo entre sus balcones floridos, sus casonas coloniales y todas sus plazas. Hay que deambular por sus calles hasta dar con su catedral, que sobrevivió al ataque del pirata Drake en 1586, y luego visitar el Palacio de la Inquisición, una de las mejores muestras de arquitectura civil de la época. También hay que transportarse unos siglos atrás recorriendo algún tramo de los 11 kilómetros de su muralla, detenerse en algún baluarte al atardecer para después dejarse caer por alguno de los bares y restaurantes de la animada Plaza de Santo Domingo.

 

iStock-874387054. EL ALMA ESTÁ EN SUS PLAZAS

EL ALMA ESTÁ EN SUS PLAZAS

Su belleza no es de esas de mírame y no me toques, no, la Cartagena de intramuros, aunque bien restaurada, está usada; locales y turistas se sirven de ella para lo más cotidiano. En plazas como la de Bolívar, en la que hace siglos se concentraba el poder de la ciudad, los jubilados juegan al ajedrez bajo la fresca de los árboles del parque. La Plaza de los Coches, flanqueada por la famosa Torre del Reloj y antaño uno de los mercados de esclavos más atroces del Caribe, es refugio de vendedores ambulantes, limpiabotas o bailarines. También, la de la Aduana que alberga la antigua residencia de don Pedro de Heredia, fundador de Cartagena o la de Pedro Claver con sus imponentes fachadas amarillas y sus curiosas esculturas de hojalata.

 

iStock-626340852. CALIDEZ HUMANA

CALIDEZ HUMANA

Sí, Cartagena seduce por su legado arquitectónico, sus muros de colores por cuyas grietas se chorrea su pasado y por sus casonas con patios mudéjar; pero es por la amabilidad y desparpajo de su gente por lo que de verdad enamora. No es difícil encontrarse en sus callejuelas con vendedores ambulantes que llevan en sus carros limonada, coco frito, zapotes, aguacates, mangos, café caliente… o con las radiantes palenqueras que portan en su cabeza piñas, papayas y sandías. Tampoco hará falta mucho para dejarse seducir por el olor dulzón que desprenden las cocadas y las panelitas, que desde hace décadas despachan joviales chiquillas en los pórticos de la Plaza de los Coches, conocidos como el Portal de los Dulces.

 

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SABORES CARIBEÑOS

Si de frutas exóticas y de dulces melosos se componen las meriendas y los suvenires, es con mariscos, pescado frito, patacones de plátano macho, carimañolas (tortas de yuca) y arroz de coco como se disfrutan las comidas y cenas. Nada más llegar a la heroica hay que empaparse de la cultura gastronómica con el cóctel de camarones de la Cevichería de Yireth, un rústico puestecito en la acera, en frente del aeropuerto, en el que lo preparan como se debe: con cebolla, salsa rosada, buen picante y galletas de soda. Y si de sabores típicos se trata, hay que pasarse por La Cevichería, un restaurante cerca de la Plaza de San Diego en el que los paladares se seducen a golpe de delicias de mar combinadas con verduras y frutas locales, o por Alma, para degustar una contundente cazuela de mariscos con leche de coco y crema de langosta.

 

iStock-458530883. DE CONVENTO A HOTEL DE LUJO

DE CONVENTO A HOTEL DE LUJO

Disfrutar de las vistas desde alguna azotea de la ciudad amurallada es otro de los imprescindibles cartageneros; la del Hotel Charleston Santa Teresa es una de las mejores. Alojado en una histórica edificación, herencia colonial del convento de Santa Teresa, el claustro, los balcones con buganvillas y los arcos y bóvedas de este hotel, reflejan la belleza y la tradición de antaño que se combina a la perfección con una atención inigualable y un lujo exquisito. IPad en la habitación, un fabuloso spa con hammam y tres restaurantes completan la oferta de uno de los mejores hoteles de Cartagena.

 

iStock-890148178. A UNA ISLA HAY QUE IR

A UNA ISLA HAY QUE IR

Es verdad que a la fantástica no se va por sus playas paradisíacas de arena blanca, pero suerte tienen los cartageneros (y los turistas) de tener las islas de Rosario y de Barú a menos de una hora en lancha. En las islas más exclusivas de Colombia se puede alquilar una casa con muelle y yate privados u hospedarse en uno de los increíbles hoteles de lujo, como el Hotel Agua Barú. Enmarcados dentro del Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo, esta sucesión de islotes recibe a los visitantes con aguas turquesa cristalinas por las que se dejan ver toda clase de corales de colores y con playas de arena blanca flanqueadas por altos cocoteros.

 

iStock-466797250. AÚN QUEDA LA NOCHE

AÚN QUEDA LA NOCHE

El emblemático Café del Mar es un clásico cartagenero que nunca pasa de moda. Ubicado en el baluarte de Santo Domingo, es un bar al aire libre de atmósfera cosmopolita perfecto para disfrutar de atardeceres de postal. Al caer la noche hay que poner rumbo a Getsemaní, el barrio cuyos grafitis compiten en color con la arquitectura colonial y que de noche se transforma en la zona más cool de la ciudad. Es en el mítico Café Havana donde hay que plantarse si se quiere fiesta a ritmo de salsa cubana en vivo, mojitos, ron y todo el ambiente tropical del Caribe. Ya solo queda dejarse seducir por el ritmo y la sabrosura de una ciudad de la que es imposible no enamorarse.

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