Cada año, y ya son seis, cientos de buceadores y profesionales de apnea se dirigen a la pequeña localidad italiana de Montegrotto Terme, cerca de Padua, al noreste del país. Allí no hay lagos, ni grutas submarinas, ni siquiera tiene salida al mar. La única relación con el agua son las fuentes termales que corren por sus cavidades internas. ¿Pero entonces, por qué se ha convertido Montegrotto Terme en un centro internacional de buceo?
Para ello hay que remontarse al 2014. Aquel año, el Hotel Terme Millepini construyó la Y-40, la piscina más profunda del mundo. Esta obra maestra de la ingeniería tiene 21 metros de largo y 18 de ancho y mide 42 metros de profundidad. Es decir, lo mismo que un edificio de 14 plantas. El objetivo era conseguir una experiencia de buceo lo más cómoda posible, por ese motivo, inundaron la estructura con 4.300 metros cúbicos de agua proveniente de fuentes termales, que además de tener propiedades antiinflamatorias, se encuentra a una temperatura media de 34 grados, eliminando así la necesidad de ir equipado con el siempre engorroso traje de neopreno.