El fondo del mar de esta playa de A Coruña es verde, y no es obra de las algas. Lo mismo ocurre con la arena que no es ni fina, ni blanca ni dorada, de hecho, no es ni siquiera arena. Lo que hoy pisan los pies de los vecinos de Laxe son miles de botellas de vidrio procedente de un vertedero cercano alimentado durante décadas por los escombros de esta localidad. Las mismas corrientes que hacen peligroso el baño, se han encargado -durante años- de pulirlos deshechos hasta devolver a la tierra pequeñas motas de colores vivos, inofensivos, resplandecientes. Un ejemplo de cómo la naturaleza se encarga de crear hasta en las situaciones más inverosímiles.