Italia: La Puglia es siempre necesaria
Esta región del sur de Italia enamora por sus playas, sus pueblos encalados y su resistencia al progreso.
HOLA, BARI
El mejor acceso a la región es Bari, su capital, por la que pasaba el último tramo de la Vía Apia que venía de Roma y concluía en la actual Brindisi. Su monumento principal es la basílica de San Nicolás, edificada para albergar las reliquias de este peregrino del siglo IV, arrabatadas a los turcos en 1087; siglos más tarde, los nórdicos se apropiaron de su leyenda para fundar el mito de Papá Noel.
DESTINO GIOVINAZZO
Bari ejerce de base para visitar atractivos enclaves. Por la costa del Adriático hacia el norte destaca el pueblo fortificado de Giovinazzo, mientras que hacia el sur sorprende Polignano a Mare, que se encarama en un farallón poblado de grutas y cafés agazapados. Si se opta por ir hacia el interior veremos que la bella Gravina in Puglia también trepa sobre un roquedo, en un territorio rural con olivares y huertos donde abren sus puertas docenas de masserie, antiguas casonas de terratenientes de los siglos XVII y XVIII, hoy convertidas en acogedores alojamientos.
OVERBOOKING DE TRULLI
Más sorprendentes son los trulli, las curiosas construcciones coronadas por un cono de piedra que se ven en Alberobello, 55 kilómetros al sudeste de Bari. Cuando en el siglo XV se repobló esta tierra azotada por los turcos, el noble feudal Guercio de Apulia mandó construir las casas con piedra pero sin argamasa para que parecieran inacabadas y así evitar el pago de impuestos al virrey español de Nápoles. Hoy son Patrimonio de la Unesco.
RECUERDOS DE ESPAÑA
La presencia española en el sur de Italia se deja sentir en la Historia y también en la abundancia de arte barroco. Esto se comprueba especialmente en Martina Franca, a 15 kilómetros de Alberobello. Se trata de una localidad conocida por sus festivales de música, que ocupan escenarios de excepción como la plaza del Plebiscito. En ella se erige la basílica de San Martino, una joya del barroco que hace conjunto con varios palacios y las cuatro puertas por las que se accedía a la ciudad hasta 1861.
OSTUNI, LA VERDADERA CAPITAL
Tras un corto trecho hacia el mar aparece Ostuni como un espejismo entre olivares. Las calles laberínticas de esta «ciudad blanca» suben hacia lo alto como en un pueblo andaluz encalado, pero en este caso medieval. La extraordinaria imagen de Ostuni prepara para la apoteosis barroca de Lecce, también blanca pero por el mármol de algunos de sus edificios.
LA ENCANTADORA SENCILLEZ DE OSTUNI
Considerada la principal ciudad monumental de la Puglia, dicen que fue fundada durante la mítica guerra de Troya con el nombre de Sybar. Vivió su esplendor en el siglo XV, de cuando son el duomo y la iglesia de la Santa Croce. Asimismo destaca la plaza de Sant’Oronzo, donde queda una columna que indicaba el cercano final de la Vía Apia. Pero lo mejor de Lecce llega al atardecer, cuando el sol pinta de naranja el blanco de las fachadas.
Y MIENTRAS TANTO, OTRANTO
Desde Lecce, y ya en plena península salentina, siguen los pueblos con encanto, aunque ahora el protagonista principal de la ruta es el mar. Hay etapas ineludibles en los farallones de la Torre de Sant’Andrea y en la Reserva Natural de Le Cesine, con dunas y humedales poblados por aves limícolas.
Otranto nos espera a 40 kilómetros. Antigua plaza bizantina, de la época en la que era lugar de paso para peregrinos y cruzados, guarda la catedral románica que construyeron los normandos. De su oposición a los turcos es testigo el castillo Aragonés que, como otros de la Puglia, tiene torres cilíndricas ensanchadas por la base.
PENÍNSULA DE SALENTO
Si el viento sopla en la costa norte de la península de Salento no hay que pensarlo dos veces y dirigirse al lado sur, que baña el Jónico y en el que se esconden tesoros cristalinos como la cala de Leporano. Pero antes de cambiar de mar podremos detenernos en Santa Maria di Leuca, el confín de Italia, para degustar un sabroso pescado fresco en uno de los puestos que se montan en el puerto.
Y AL FINAL, TARENTO
A partir de aquí, solo queda seguir la línea de playas de arena fina que se extienden desde Gallipoli hasta las puertas de Tarento. Una costa con carteles que anuncian marinas y calas idílicas en las que se paga por tumbona, sombrilla y una mayor privacidad.