África: Timgad, la gran ciudad romana del norte de África
En 1765, James Bruce descubrió en el desierto argelino las ruinas de Timgad, una de las ciudades romanas más importantes de la región
Hasta la segunda mitad del siglo XVIII, el conocimiento sobre el pasado romano de Argelia era casi inexistente. Fue el auge de la Ilustración, y en particular la moda de los viajes culturales realizados por eruditos europeos, lo que empezó a revelar la riqueza de la civilización clásica en el Magreb.
Uno de los protagonistas de este redescubrimiento fue James Bruce de Kinnaird, viajero y escritor escocés que llegó a Argelia como cónsul británico en marzo de 1763, tras pasar seis meses en Italia estudiando sus antigüedades.
Entre las tareas de su cargo estaba investigar las antiguas ruinas romanas de Argelia que anteriores viajeros, como Thomas Shaw, habían registrado y que aún permanecían inexploradas.
James Bruce se dio cuenta de que el tipo de expedición que esperaba llevar a cabo requería muchos más instrumentos de los que poseía. Por ello, escribió a Italia para que le enviaran una cámara oscura y algún joven con conocimientos de arquitectura y dibujo. Finalmente se unió a su expedición un aprendiz de dibujante, el florentino Luigi Balugani. De este modo, en agosto de 1765, ambos partieron de Argel hacia un territorio ignoto: la Berbería, un conjunto de regiones tradicionalmente pobladas por bereberes. Los viajeros ignoraban que en su periplo descubrirían algunas de las joyas arqueológicas más impresionantes del norte de África.
Una ciudad misteriosa
«Una pequeña villa repleta de edificios elegantes». Así describió James Bruce lo que observó a su llegada a Timgad en la mañana del 12 de diciembre de 1765. Él y Balugani se convertían, así, en los primeros europeos en visitar aquel recóndito lugar, ubicado en los límites septentrionales de los montes Aurés. Pero Bruce ignoraba que bajo sus pies, sepultada por el tiempo, yacía una de las ciudades romanas más importantes del norte de África: la antigua Thamugadi, un magnífico exponente del urbanismo romano. La había fundado el emperador Trajano en el año 100 para acoger a los veteranos de la Legión III Augusta, con la misión de controlar la frontera con los bereberes y el territorio de Numidia.
A su llegada, Bruce y Balugani dibujaron los restos de un arco triunfal y pasaron la noche en la periferia del lugar. El arco era una puerta monumental dedicada a Trajano que daba acceso a la ciudad por su extremo occidental.
Al día siguiente, los dos viajeros volvieron para dibujar un templo corintio y Bruce anotó en su diario: «El arco se encuentra al noreste [del templo]. Las ruinas del an teatro, al noroeste. Entre las ruinas del arco y el anfiteatro hay restos de un templo del que sólo permanece uno de sus lados. Aquí copié dos inscripciones». En su afán por preservar el pasado, tras dibujar un busto de Faustina, la esposa del emperador Antonino Pío, Bruce lo enterró en el lugar donde previamente había hallado una inscripción y restos de un rico suelo de mármol. Sus comentarios y dibujos muestran que por entonces la ciudad estaba casi enterrada. Tras visitar las ruinas, los viajeros siguieron su periplo por tierras argelinas.
A su vuelta a Inglaterra en 1774, Bruce presentó al rey Jorge III tres volúmenes con los dibujos de Timgad y del resto de ruinas halladas en su camino. Sin embargo, las ruinas de Timgad no tardarían en caer otra vez en el olvido.
Redescubrimiento
Hubo que esperar más de un siglo hasta que nuevas expediciones avivaran el interés científico por Timgad. En 1875, el cónsul general británico en Argelia, Robert Lambert Playfair, decidió seguir los pasos de James Bruce. A su llegada a Timgad se dio cuenta de la magnitud de la ciudad, de la que ahora era posible observar más restos. Siguiendo los pasos de su predecesor, Robert Lambert Playfair describió con detalle cómo lo que Bruce había identificado como un anfiteatro era un teatro, y que el cercano templo no era sino el foro. En el último cuarto del siglo XIX se habían hallado en Timgad numerosas inscripciones y esculturas, y muchos europeos se habían adentrado en tierras argelinas hasta llegar al lugar.
Pero aunque Gran Bretaña se había atribuido el éxito de descubrir la antigua Thamugadi, la historia del yacimiento estaba a punto de dar un giro inesperado en favor de Francia. Gracias a su meticulosa descripción y comentario de los restos hallados, el profesor Émile Masqueray consiguió llamar la atención del Servicio de Monumentos Históricos de Francia. Esa institución, en su afán por convertirse en mecenas del verdadero descubrimiento de lo que todavía yacía bajo las arenas de Timgad, inició en 1881 unas excavaciones sistemáticas que hasta 1960 desvelaron los secretos ocultos bajo el Sahara durante siglos; la ciudad estaba tan bien conservada que recibió el nombre de «la Pompeya de Argelia».
Un oasis estratégico
La ciudad se convirtió en una especie de oasis urbano en medio de un área yerma, atrayendo pronto a las comunidades vecinas.
Su esplendor urbanístico se sitúa entre los años 125 y 225, cuando llegó a tener una población de más de 15.000 habitantes. En 1901 se localizó incluso una monumental biblioteca que habría acogido hasta tres mil manuscritos.
Hacia finales del siglo III y durante el siglo IV, la ciudad seguía siendo uno de los mayores exponentes del triunfo romano en la frontera sur del Imperio. La arqueología ha confirmado la diversidad religiosa de su población: se han encontrado testimonios tanto de fieles del tradicional paganismo romano como de adeptos de las nuevas sectas cristianas, entre ellas, del donatismo. De hecho, en Timgad residía el obispo donatista Optato, con quien san Agustín se enfrentó a causa de sus discrepancias teológicas.
La crisis general que sufrieron las fronteras del Imperio romano a finales del siglo IV afectó de lleno a Timgad. Tras su saqueo por los vándalos en el siglo V, la ciudad se convirtió en una ruina, y fue así como la encontraron los bizantinos cuando llegaron a la región. Timgad fue repoblada como centro cristiano y se construyó un bastión defensivo fuera de la localidad en el año 539, pero un posterior saqueo bereber acabó sepultando esta joya romana, que fue cubierta por las arenas del Sahara.
Antes de este desenlace, Timgad fue una ciudad rica, apacible y gozosa. Así lo indica al menos la inscripción que un habitante grabó en una de las losas del foro, como mensaje para futuros visitantes: «Cazar, bañarse, jugar, reír. ¡Eso es vida!».
Las ruinas de Timgad
Vista general de las ruinas de la ciudad romana de Timgad, en Argelia. Al fondo se alza el arco monumental en honor al emperador Trajano.
Mosaico de Neptuno
Mosaico que representa al dios Neptuno montado en una cuadriga tirada por caballos marinos. Museo Arqueológico, Timgad.
James Bruce Kinnaird
Retrato de James Bruce de Kinnaird por Pompeo Girolamo Batoni. 1762. Galería Nacional de Escocia, Edimburgo.
Un día en Timgad
Lambert Playfair (en la imagen) en sus Viajes tras las huellas de Bruce, dedica un capítulo a su visita a Timgad. La hizo acompañado por un jefe tribal bereber, Si Bou Dhiaf, que lo trató con hospitalidad digna de su nombre («Padre de los invitados»). Perteneciente a un linaje de gran abolengo en la zona, Bou Dhiaf alardeaba incluso de descender de los romanos. Playfair y su guía llegaron a Timgad el 3 de mayo de 1875 y acamparon en medio de las ruinas, «lo que nos permitió aprovechar todas las horas de nuestra estancia para examinar el yacimiento».