La aeronave permanece quieta en la llanura de Sólheimasandur, Islandia, erguida, con el morro ligeramente subido como si esperase que le dieran la orden para poder despegar y dejar atrás esa llanura de arena negra que se ha convertido en su casa durante casi cincuenta años. En 1973, un piloto de las fuerzas aéreas estadounidenses se veía obligado a realizar un aterrizaje forzoso momentos de detectar un problema en el tanque de combustible. Por suerte, logró completar la maniobra y salvar la vida de todos los pasajeros que tuvieron que vagar por la playa hasta encontrar el pueblo más cercano.
De aquél avión ya solo queda parte del fuselaje y no fue por el impacto del aterrizaje, sino por la amputación constante que ha sufrido durante años. Le cortaron las alas y la cola, extrajeron los asientos y las ruedas, y robaron los motores y los sistemas de comunicación. A pesar de ello, no pierde la forma y es fácil reconstruirlo mentalmente. En la actualidad, se ha convertido en un punto turístico, aunque llegar hasta él es algo complicado.