La naturaleza no deja de ser una sucesión de causas y efectos. Un equilibrio tan frágil que si una sola pieza falla, las demás caen siguiendo la estela de la primera. Esto mismo ocurre en la Guelta d’Archei, una cuenca de agua subterránea situado en el noreste de Chad.
Las aguas que emanan del subsuelo riegan el árido curso de este cañón, por el que cada día, cientos de camellos y dromedarios aprovechan para descansar bajo la sombra de alguna pared rocosa. Mientras se hidratan, vierten un sinfín de excrementos, tiñendo las aguas de un negro poco apetecible. Pero si no fuera por su actividad ventral, las algas que viven en el fondo morirían, al igual que los peces que sobreviven gracias las plantas acuáticas. El ciclo lo completa un animal casi mitológico, los cocodrilos del desierto. Una especie que ya sólo vive aquí y que se alimenta de peces y algún que otro camello demasiado ingenuo.