Egipto: Guía para no perderse por El Nilo
Este río no solo marcó a una de las civilizaciones más ricas de la historia, también emociona al viajero contemporáneo.
Egipto, pese a estar situado en una de las zonas más desérticas y áridas del planeta, acogió una de las civilizaciones más brillantes y ricas de la Antigüedad. Ello fue posible gracias al río Nilo que desempeñó un papel crucial en el nacimiento de la cultura faraónica. Este mítico río es siempre el protagonista de este fascinante viaje, tanto si se va en crucero como en otros medios de transporte. Es un viaje único; en otros lugares del mundo existen catedrales y mezquitas de estilos muy dispares y repartidos en distintos países pero el arte faraónico solo se encuentra en Egipto.
El viajero que busca algo más que el mero disfrute de la contemplación de bellos templos, también puede encontrar en Egipto una vertiente espiritual. Cruzar la entrada de las tumbas reales en el Valle de los Reyes no solo es viajar en el tiempo, sino también entrar en una dimensión desconocida. Los murales decorados con escenas y fórmulas mágicas del Libro de los Muertos crean atmósferas oníricas proporcionando calma a quien los contempla. Esa era la intención de los artistas del faraón que preparaban las tumbas para que el difunto renaciera a una nueva existencia y alcanzara el más allá. Se vaya en modo zen o no, Egipto es uno de esos lugares que debe figurar en el bucket list de todo buen viajero.
ANTE TODO, LAS PIRÁMIDES
El Cairo, la capital de Egipto, es una metrópoli caótica con un tráfico infernal abarrotada de gente y algo descuidada, pero tiene esa magia que a medida que uno va explorando sus maravillas queda enamorado. Conviene visitar primero las legendarias pirámides a las afueras de la ciudad, un lugar cuya tranquilidad contrasta con los populosos barrios cairotas. En la llanura de Gizeh se alza el gran símbolo de Egipto y una de las maravillas de la civilización antigua: las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos, custodiadas por la Gran Esfinge.
EN BUSCA DE LA VIEJA MENFIS
A una hora en coche hacia al sur, se impone la pirámide escalonada en Saqqara, la más antigua, y el complejo funerario del faraón Djoser. Menfis, la primera capital del antiguo Egipto y última parada de esta excursión, es un museo al aire libre en el que destacan los restos de una enorme estatua del mítico faraón Ramsés II.
EL CAIRO MULTICULTURAL
El segundo día se explora El Cairo más auténtico y diverso. El itinerario comienza en la zona más antigua: el barrio copto o cristiano. Es toda una sorpresa para el viajero descubrir este barrio de calles laberínticas con cruces de iglesias blancas que evocan las islas griegas. La de Santa María Virgen o Iglesia Colgante es una maravilla que fusiona el arte islámico con el cristiano. Otras visitas imprescindibles son el Museo Copto, la iglesia de San Sergio y la sinagoga de Bez Ezra.
MEZQUITAS, CIUDADELAS Y BAZARES
Una vez en el barrio islámico, a solo media hora en coche hacia el norte, resulta encantadora la visita a la mezquita de Muhammad Alí o de Alabastro. Se ubica en la Ciudadela de Saladino, en el corazón de El Cairo, que fue residencia de los soberanos de Egipto durante más de 700 años. Hoy en día es un recinto con museos, mezquitas y miradores. Una recomendación: dejar para el final del día el sugerente bazar Al Jalili, cuando los monumentos ya estén cerrados para aprovechar bien la jornada. Es toda una experiencia perderse entre sus calles laberínticas con miles de tiendas, iniciarse en el arte del regateo y, como colofón, sentarse en el bohemio y célebre El Fishawi o Café de los Espejos para tomar el karkade, una infusión típica de Egipto a base de hibisco.
UN PASEO ENTRE DOS TEMPLOS
La moderna ciudad de Luxor (la antigua Tebas) alberga dos templos de visita obligada: Luxor y Karnak. Al estar ambos integrados en su casco antiguo puede uno visitarlos por cuenta propia y disfrutarlo sin prisas. Es mejor acceder primero al de Luxor por ser de tamaño más asequible y, además, resulta ideal para familiarizarse con los diferentes elementos que componen los templos egipcios: pilonos, patios con columnas, obeliscos, colosos, sala hipóstila, sanctasanctórum… No obstante, la presencia en él de una mezquita del siglo XII que nada tiene que ver con lo faraónico quizá despiste al viajero. Se construyó sobre las ruinas del templo cuando éstas estaban sepultadas bajo la arena, lo que impidió su completa excavación. Cabe recordar que la civilización faraónica cayó en el olvido en el siglo IV d.C y no fue redescubierta hasta las exploraciones de los siglos XVIII y XIX.
LA MAJESTUOSIDAD DE KARNAK
Después de la visita del templo de Luxor, apetece pasear por La Corniche, el paseo marítimo que corre paralelo al Nilo, hasta alcanzar el recinto de Karnak. Ambos templos estaban conectados por una magnífica avenida de casi tres kilómetros, con más de mil esfinges, de los que ahora solo quedan unos cientos. El templo de Karnak estaba dedicado a Amón (dios de la creación) y sus colosales dimensiones lo convierten en uno de los templos más impactantes del país del Nilo. Tras el primer pilono se despliegan monumentos tan magníficos como la gigante columna papiriforme de Taharqa, la enorme estatua del gran faraón Ramsés II, los grandes obeliscos o el lago sagrado donde los sacerdotes se bañaban diariamente como parte del ritual de purificación. Pero nada supera a la gran sala hipóstila de 134 columnas de piedra, profusamente decoradas con relieves, que alcanzan los 23 metros de altura. Perderse por este gran bosque de columnas es una experiencia única.
EL VALLE DE LOS REYES
Al otro lado del río de la ciudad de Luxor se encuentra el famosísimo Valle de los Reyes, y su ubicación no es ninguna casualidad. Para los egipcios, el sol desaparecía cada atardecer por Occidente simbolizando la muerte y nacía cada mañana por Oriente simbolizando la vida y la resurrección. Es por ello que las ciudades y aldeas se ubicaban siempre en la ribera este del Nilo y las necrópolis y templos funerarios, en la orilla oeste. El Valle de los Reyes o “la gran pradera”, como lo llamaban los egipcios, es una zona desértica y desolada convertida en una colosal necrópolis. Los faraones del Reino Nuevo decidieron construir sus tumbas bajo tierra para burlar a los incansables ladrones. Por desgracia, la mayoría de ellas fueron saqueadas tal como certificaron los arqueólogos muchos siglos después. Estos hechos no han impedido que el visitante quede hipnotizado con sus singulares pinturas murales, que recrean la vida del más allá.
DE SETI A TUTANKHAMÓN
Actualmente solo están abiertas al público 11 tumbas entre que las destaca la del faraón Seti I por ser la más larga (176 metros de longitud) y bellamente decorada. Impresionan los delicados bajorrelieves, pintados con colores cálidos y luminosos, que cubren las paredes de todas las estancias. Sin duda, los artistas del faraón obraron un milagro estético. Es posible visitar la archifamosa tumba de Tutankhamón (entrada aparte), descubierta por Howard Carter en 1922. Pero debe tenerse en cuenta que es pequeña, está vacía y solo contiene una pared decorada. Sus tesoros se exhiben en el Museo de El Cairo aunque su momia sí permanece en la tumba original.
TURNO PARA LAS REINAS
Al otro lado de la montaña, se extiende el Valle de las Reinas, un lugar con menos tumbas pero que contiene una de las más bellas de Egipto: la de Nefertari, esposa favorita del Ramsés II. Se trata de una de las tumbas más espectaculares del antiguo Egipto gracias a la calidad de sus relieves, a lo bien que conserva el color a una decoración a base de grandes figuras sobre un fondo blanco y un techo pintado de azul cubierto de estrellas. Si se dispone de tiempo, merece la pena visitar la zona de las tumbas de los nobles. Son más pequeñas y excavadas en la roca también pero están ricamente decoradas y apenas hay visitantes.
NO TODOS LOS FARAONES SON HOMBRES
Aunque la zona del Valle de los Reyes tiene mucho que ver con la muerte no todo son tumbas “secretas” bajo tierra. Merece la pena hacer un alto en el camino para visitar el templo funerario de la reina Hatshepsut en Deir- el-Bahari y no solo por tratarse de una de las contadísimas soberanas que logró ser faraón. También por su originalidad. Se distribuye en tres terrazas superpuestas accediendo a través de rampas. Su diseño es espectacular y consigue fundirse con el entorno, a pesar de su sobriedad. Otro punto de interés son los Colosos de Memmón. Ubicados al inicio de la carretera, se alzan en medio de la nada estas dos enormes estatuas que representan el faraón Amenhotep III situadas frente su templo, hoy desaparecido.
TEMPLOS CON TOQUE GRIEGO
Quizá los templos de Luxor y Karnak sean los más fotografiados de Egipto, pero si se continua Nilo abajo se llega hasta templos muy hermosos y bien conservados como los de Edfú y Kom Ombo. Ambos son de época helenística, cuando Alejandro Magno conquistó Egipto. El templo de Horus o del dios Halcón, en Edfú, ubicado a unos 100 km al sur de Luxor, es el segundo más grande después de Karnak y se encuentra en muy buen estado de conservación. Este santuario fue terminado en 57 a.C. por el faraón Ptlomeo XII, el padre de la mítica Cleopatra. Este monarca llevó a cabo una ambiciosa política constructora en todo Egipto. Por ello, los jeroglíficos de sus muros ofrecen detalles sobre su construcción, entre otras temáticas. El templo de Kom Ombo, a unos 45 km al norte de Asuán, algo más modesto pero enclavado junto al Nilo, está dedicado al dios cocodrilo Sobek y al dios halcón Haroeris. Estos dos animales están visibles en paredes y columnas. Es el único templo que muestra un relieve con instrumentos quirúrgicos, algo excepcional en la civilización antigua. Cuenta también con un museo dedicado a los cocodrilos, un espacio que exhibe momias de estos animales hallados en Kom Ombo y alrededores.
ADIÓS A LO FARAÓNICO
La ciudad de Asuán es mucho más que la puerta de entrada a Abu Simbel. Su paseo marítimo, con vistas a la encantadora isla Elefantina, y su mercado, uno de los más auténticos y exóticos de Egipto, convierten esta ciudad en acogedora y muy agradable. Un paseo en faluca, un pequeño barco de vela, permite acceder a enclaves donde un crucero no llega y disfrutar de un Nilo más íntimo. Como por ejemplo el pueblo nubio, que es un conjunto de casas de adobe pintadas de azul que con su poblado de gentes altas y piel oscura revela que Nubia es un mundo aparte y que antaño Asuán era la frontera entre Egipto y esta región.
LOS TEMPLOS DESPLAZADOS POR EL LAGO
No se debe abandonar Asuán sin antes visitar el templo de Filé, y ya que viene de camino, no está de más parar en la presa de Asuán. Eso sí es una obra faraónica, pero del siglo XX, tal como muestran las fotos de su construcción. La creación del Lago Nasser, de 500 km de longitud y su anchura media de 22 km, condenaba a un buen número de antiguos monumentos a desaparecer bajo sus aguas. El templo de Filé, uno de los afectados, fue trasladado a la isla de Agilkia. Una isla que parece haber sido creada para acoger este hermoso edificio muy bien conservado y que fue un centro de culto a la diosa Isis, con quien se identificaba Cleopatra y otras reinas de su dinastía. También representa el final de la cultura faraónica: el último texto jeroglífico se escribió aquí y cuando el emperador Justiniano prohibió el culto a la diosa, acabó convirtiéndose en el último reducto de paganismo del Mediterráneo.
UN DIOS FARAÓN
El broche de oro que cierra este viaje es, sin duda, el espectacular conjunto de Abu Simbel, situado a unos 280 km al sur de Asuán. El mítico faraón Ramsés II que gobernó durante más de 60 años fue uno de los mayores constructores de Egipto. Dos de ellos, los de Abu Simbel, se cuentan entre los más hermosos que ha legado la civilización faraónica: el templo mayor de Ramsés II y el dedicado a su gran esposa real, la bella reina Nefertari. Los cuatro colosos gigantescos que presiden la fachada representan a Ramsés II entronizado y divinizado, y transmiten una sensación abrumadora de poder y majestad. Esta reacción no decae en su interior. La sala hipóstila, con sus ocho imponentes estatuas osiríacas, en las que el propio soberano emula al Dios Osiris (señor del más allá), los relieves que relatan sus hazañas militares contra Libia, Siria y Nubia, y al final de todo, el sanctasanctórum. Se trata de la estancia más íntima y recóndita del templo que acoge cuatro estatuas: tres dioses y el mismo faraón Ramsés II que ya disfruta del rango de dios.
EL ‘VIAJE’ DE NEFERTARI
No todo en Abu Simbel es reflejo del “egocentrismo” de este soberano, también hay lugar para el amor. Unos metros más al norte se halla el templo de Nefertari, la esposa favorita de Ramsés II, a la que el faraón dedicó este templo de menor tamaño, pero no menos impresionante. Pero quizá más asombroso es imaginar el traslado, cortado en pedazos, de este enorme templo funerario. Su situación original era 60 metros más abajo. En 1968, la Unesco hizo una petición de ayuda internacional para evitar su desaparición bajo las aguas a causa de la construcción de la gran presa de Asuán. Y hoy en día podemos, así, disfrutar de la belleza de este magnífico monumento.