Todo el encanto, el clasicismo, la armonía y la belleza de Viena cabe en un paseo por la Ringstrasse.
La ciudad que nació como poblado celta y que luego fue el castro romano del que toma nombre, Vindobona, está ubicada en un extraordinario cauce natural de comunicación como es el Danubio. A partir de la Edad Media creció en importancia hasta convertirse en la puerta del comercio entre Oriente y Occidente.
En diciembre de 1857, el emperador Francisco José era un hombre joven y profundamente conservador que había llegado al trono tras la abdicación de su tío Fernando I con la intención de frenar las revoluciones liberales y nacionalistas de 1848. No cedió a quienes pedían cambios sociales y políticos en su multinacional y absolutista imperio, pero sí que ordenó una reestructuración de Viena. El primer paso consistió en demoler las murallas y fortificaciones militares que habían protegido la ciudad frente a los turcos. El segundo fue construir una avenida que circunvalaría el centro y que se llamaría Ring o anillo, a pesar de no ser circular.
Si hasta entonces el centro de Viena, con el Palacio Real, la catedral de San Esteban, las iglesias y los conventos, había sido para la corte y el alto clero, con esta reforma se abría a las clases emergentes: funcionarios, burguesía industrial y grandes familias judías. La primera fase se inauguró en 1865, hace 150 años, un aniversario que se ha celebrado en 2015 con exposiciones en la Biblioteca Nacional, el Museo de Viena y otros que detallan la transformación urbanística y social que experimentó la capital gracias al Ring. Vale la pena visitarlas, porque Viena, además de la ciudad del vals, del psicoanálisis, la tarta sacher y los cafés, es la ciudad de la historia de Europa.La Ringtrasse se puede recorrer a pie en varias tramos o bien subir al Ringtram, un tranvía que da la vuelta completa y ofrece una visión general. Un buen lugar para empezar el paseo por lo tanto es la Ópera, a cuya inauguración se negó a asistir la esposa de Francisco José, la emperatriz Sissí, causando uno de sus más sonados escándalos. El monumental palacio encarna una de las pasiones –e industrias– vienesas: la música. De hecho, la primera orquesta profesional de la historia fue la Filarmónica de Viena. Músicos, cantantes, fabricantes de instrumentos, editores de partituras, conservatorios, conciertos, bailes y la ópera constituyen un factor destacado en la economía de la ciudad.