Fantasía Ferroviaria: El encanto de los trenes a vapor en el corazón de EEUU.
Cuando se atraviesan los bosques y cañones de Utah en un tren a vapor es inevitable recordar las películas del Lejano Oeste
Las inmensas praderas de Utah, así como sus cañones y valles, recuerdan a las películas del Lejano Oeste, y si se las recorre a bordo de un tren a vapor, la experiencia es un auténtico pasaporte a la nostalgia.
Este estado de los EEUU, para los que apenas escucharon hablar de él, es mucho más que la sede de los mormones. Su variada geografía va desde las aguas verdes del Bear Lake y el Gran Lago Salado (que bautiza a su capital) a las caprichosas formas que la erosión formó en las rocas de los parques de Zion, del Cañon Bryce y de Los Arcos.
Y sin olvidar el centro de esquí de Deer Valley, uno de los más sofisticados del país; las praderas del parque Antelope Island o los bosques de Sundance (donde Robert Redford organiza el famoso festival de cine) y de Odgen que en otoño se convierten en un homenaje al arco iris.
Cruzado por las vías férreas
A mediados del siglo XIX los ferrocarriles fueron la punta de lanza de la conquista del Oeste, y Utah fue una de sus pasarelas más sólidas.
De hecho en el paraje de Promontory Summit, a 90 minutos del centro de Salt Lake City, fue donde se terminó el primer ferrocarril transcontinental de EEUU en 1869, cuando se enlazaron las vías del ramal de Union Pacific con las del ferrocarril Central Pacific.
En medio de una pradera solitaria, dos locomotoras a vapor recuerdan el punto en que se unieron los ramales de Union Pacific y Central Pacific.
Allí se pueden ver dos réplicas de las locomotoras a vapor que llegaron desde lejanos extremos para encontrarse en medio de una planicie desierta: la UP 119 y la Jupiter 60, que en verano suelen reactivarse de su largo sueño invernal para realizar viajes turísticos por la zona.
Viaje en el tiempo
Pero el placer de viajar en el tiempo en máquinas a vapor es más completo en los servicios que ofrece el ferrocarril histórico de Heber Valley.
Este tren era conocido como el Heber trepador, por la lentitud que tenía para atravesar las praderas y los cañones a principios del siglo XX.
Actualmente los operadores de este servicio organizan viajes turísticos de dos a tres horas en su recorrido de 25 kilómetros, parte del trazado de Rio Grande.
Todos los servicios parten desde la estación histórica de Heber, un pueblo que no llega a los 10.000 habitantes.
Las locomotoras
Los trayectos insumen unas tres horas entre ida y vuelta, y los vagones, reacondicionados como nuevos, son impulsados por dos legendarias locomotoras a vapor del tipo Baldwin 2-8-0, construidas en 1907.
Una era la número 618 del ferrocarril Union Pacific y otra era la 75 del servicio de Great Western, además de algunas locomotoras diésel que prestan servicios cuando hay que reparar algunas de estas moles oscuras de carbón y vapor. La primera de ellas fue usada en un telefilme sobre Butch Cassidy en el 2006.
Algunos de estos viajes están pensados para niños o adultos con ganas de disfrazarse y jugar a los cowboys o los piratas y princesas, pero también hay diversos trayectos sin tanta parafernalia a lo Disneylandia y que permiten apreciar la belleza de los paisajes.
A lo largo de la soledades de Utah
El trayecto transita a lo largo del embalse de Deer Creek, en la falda del monte Timpanogos, sitios donde la vegetación rala del invierno se tiñe de verde en el verano y adquiere tintes ocres durante el otoño; coronado por la cima de esa montaña que supera los 3.500 metros de alto.
A lo largo del viaje de tres horas se atraviesan praderas, pueblos históricos, cañones y valles de un verde intenso
También transita por el cañón de Provo, sitios donde el paisaje desértico cobra vida con cascadas y rápidos, lugares que se aprovechan para hacer rafting.
Si hay suerte, en el trayecto se pueden ver ejemplares de la fauna como águilas calvas, venados, ciervos, coyotes y zorros.
El último punto es Vivian Park, uno de los parajes más bellos, con las faldas de los cerros que despliegan un abanico de tonos verdes, cruzado por arroyos buscados por los pescadores de mosca.
Las antiguas estaciones
La experiencia ferroviaria en Utah no se limita a este paseo en trenes históricos. En su extenso territorio hay estaciones detenidas en el tiempo que valen la pena conocer como la de Union Pacific de Salt Lake City, construida en 1909, con murales y vidrieras que relatan la historia del ferrocarril transcontinental.
No muy lejos está la estación de Rio Grande, edificada al año siguiente, donde además de un restaurante mexicano también aloja una galería de arte.
Actualmente allí se encuentra un museo y una galería de arte que permiten conocer más en profundidad la historia de los ferrocarriles regionales.
En las localidades de Tooele, el museo de paredes de ladrillo revela el pasado de las locomotoras y vagones dedicados a la minería, legado que también se puede conocer en el museo Western Mining & Railroad del pueblo de Helper, que se conserva tan bien como el hotel levantado en 1914, cuando estos parajes ya habían dejado atrás la historia de Lejano Oeste.