Cruceros a ninguna parte: : Estos barcos se ofrecen como hoteles flotantes.
Tras meses sin navegar, los cruceros de St Hilda Sea Adventures atracados al noroeste de Escocia ofrecen originales experiencias de alojamiento
Con capacidades que van desde lo 6 a los 11 pasajeros, los barcos de la compañía británica St Hilda Sea Adventures tienen pocas similitudes con los grandes buques de cruceros que transportan a miles de pasajeros por el mundo. Sin embargo, como ellos, tienen vetado navegar a consecuencia de la pandemia.
Sus tres barcos –St Hilda, Seahorse II y Gemini Explorer– operan habitualmente desde Dunstaffnage Marina, un puerto deportivo próximo a la localidad de Oban, en la costa oeste de Escocia, que se considera puerta de entrada a las Islas Hébridas. O más, bien operaban. Pero tras meses inmovilizados sus propietarios han decidido darles una nueva vida, ahora como exclusivos hoteles flotantes.
Y es que, si las aerolíneas se reinventan con viajes a ninguna parte y vuelos circulares que les ayudan a mantener sus aviones, reducir pérdidas y, por qué no, saciar la ansiedad de viajar y hasta los gigantescos A380 de All Nippon Airways abren sus puertas a viajeros en sus vuelos de mantenimiento cada tres meses, esta compañía de cruceros ha encontrado su propia fórmula de reciclaje.
Glamping en el mar
No se trata en este caso de emplear sus barcos, como ya hace la compañía Mudeford ferrys, para acercarse a ver los grandes buques que como cruceros fantasma, permanecen fondeados en el Canal de la Mancha a la espera de volver a entrar en operación. Se trata de hacer el check-in, subir con el equipaje, instalarse en sus habitaciones de lujo… y disfrutar del suave balanceo con la embarcación amarrada al puerto.
Mientras la compañía perfila sus cruceros -estos sí, reales- para las temporadas 2021 y 2022, los fans de este tipo de viajes pueden saciar su ansiedad probando esta nueva modalidad.
Con precios que van desde los 227 euros por noche en el buque St Hilda para 6 pasajeros, hasta los 441 en el de mayor capacidad, el Seahorse II, un antiguo ferry noruego reconvertido para alojar a 11 personas, se puede volver a sentir la emoción de ser un pasajero.
Los no tan adictos a los cruceros, por su parte, pueden encontrar una alojamiento original con la sensación de estar en el agua.
Alojamiento flotante de lujo
Todos los barcos han sido cuidadosamente remodelados para adaptarse a las necesidades de los cruceros más exigentes por lo que, si bien no disponen de grandes teatros, salas de realidad virtual, montañas rusas o decenas de bares y restaurantes, como los gigantes del mar, sí que cuentan con cabinas forradas de madera con lujosos baños en suite, salones comedores con sofás de cuero y vistas al mar, cocinas equipadas y amplias zonas de terraza con hamacas para relajarse con una puesta de sol idílica.
Aunque la tripulación no está incluida -ni es necesaria-, se proporciona la ropa de cama y toallas de la más alta calidad e higienizante de manos.
La reserva mínima es por tres noches y los propietarios garantizar la limpieza total de los barcos, que no vuelven a estar disponibles hasta las 72 horas posteriores a la salida de los huéspedes.
Qué hacer en tierra firme
Amarrados en Dunstaffnage Marin, además de disfrutar del barco, los viajeros pueden explorar el coqueto puerto deportivo, con bar, tienda y restaurante y, más allá, la localidad de Oban, especialmente animada durante el verano con pubs, marisquerías, tiendas y sus propios atractivos turísticos, que incluyen un espectacular paisaje marino recortado sobre las montañas de Mull y las Highlands occidentales.
También interesante es la McCaig’s Tower, una construcción en forma de coliseo con vistas sobre la bahía de Oban, las ruinas del castillo de Dunollie, la casa museo del clan MacDougall o el lago Crean, que albertga el Scottish Sea Life Sanctuary.