Europa: Islandia, negro sobre blanco

El libro ‘Sombras de Reikiavik’ realiza una aproximación fascinante a la cultura y a la historia reciente de este país a través de un doble caso que conmocionó a todos.

¡QUE VIENEN LOS HIPPIES!

La sociedad islandesa actual es muy diferente; pero en 1974, cuando Gudmundur y Geirfinnur desaparecieron, en Islandia estaba prohibido ver la televisión los jueves y no se podía tener perros como animales de compañía, entre otras prohibiciones curiosas, propias de una sociedad paternalista y cerrada en sí misma. También estaba prohibida desde 1934 la cerveza con una graduación superior al 2,25 % porque según los políticos, los islandeses no sabían consumir alcohol: “por naturaleza siguen siendo muy parecidos a los vikingos, y son demasiado impulsivos y brutales”, llegó a decir el político socialista Sigurjón Ólaffsson.

Aquel era un país en el que casi todos se conocían como en una gran familia y la sensación de pertenencia a una comunidad era muy fuerte; pero los primeros brotes de apertura aparecieron con la base militar estadounidense en Keflavík y con ellos la sensación de algunos de que el país perdía sus raíces. Los nuevos aires se notaron especialmente en Reikiavik, donde se abrieron hamburgueserías y bares al gusto de los soldados, se estrenaron películas extranjeras y en las tiendas se vendía chicle y Coca-Cola.

Ciudad de Reikiavik

Llegaron las pastillas anticonceptivas y también las primeras drogas. Y a las jóvenes sospechosas de confraternizar con los soldados extranjeros se las enviaba de penitencia a granjas de reclusión repartidas por todo el país. Un editorial de la época proclamaba apocalíptico: “Nuestro pequeño país nunca volverá a ser el mismo”. A los cambios sociales, había que añadir el estrés geopolítico por la guerra del bacalao contra una Inglaterra que se colaba en sus caladeros con actitud especialmente desdeñosa.

En cierta forma, el complejo contexto histórico en el que se desarrolló la historia criminal de las desapariciones llevó a Anthony Adeane a escribir el libro. “En un documental de 90 minutos —explica refiriéndose al documental que grabó para la BBC, Out of thin air— no tienes tiempo de entrar en el contexto social e histórico; pero para entender lo que ocurrió necesitas entender al país en primer lugar. Comencé interesándome por el caso y acabé sumergiéndome completamente en Islandia y en su cultura”.

¿DE HABER COMETIDO UN CRIMEN LO RECORDARÍA?

El sentido común parece indicar que nadie se autoinculparía por un asesinato que no ha cometido; pero la realidad psíquica es siempre más compleja. “Cuando recuerdo algo… no es como si tuviera una especie de máquina matemática en la cabeza. Está contaminado desde el punto de vista de los hechos. Está mezclado con deseos, con miedos… La memoria es muy caprichosa”, cuenta Erla Bolladóttir en el documental Out of thin air. La Erla de hace 46 años fue la que comenzó a dudar de sus propios recuerdos. Y fue su confesión la que acabó involucrando a todos, a su novio Saevar Ciesilski, al que la prensa amarillista del momento convirtió en un particular Charles Manson islandés, y a sus amigos de fechorías nocturnas, a Kristjaán, Tryggvi, Albert y Gudjón.

“Para toda una generación de islandeses, la desaparición de Geirfinnur fue el momento en que se dieron cuenta de que también ellos podían matar y ser asesinados”, Anthony Adeane.

Los seis fueron los chivos expiatorios perfectos. Según documenta con detalle Anthony Adeane en su libro, todos los interrogatorios se centraron en demostrar que eran culpables, no si eran o no culpables… Hubo presunción de culpabilidad porque la sociedad tenía una urgencia. Había una histeria colectiva por descubrir quiénes eran responsables de aquellos horribles crímenes.

Precisamente, los diarios de Gudjón, escritos durante los meses de aislamiento en la cárcel, fueron claves en la revisión de la condena: “Te cansas, y no sabes si estás soñando o recordando cosas. Estaba totalmente confundido. Te venían a la cabeza como secuencias de una película. Y de pronto había confesado que estaba involucrado en el asesinato de Geirfinnur Einarsson. Al final, sientes que has estado allí… que aquello pasó de verdad”.

“No podemos confiar en la memoria —remata Anthony Adeane— y en la investigación que realicé para el libro hablé con muchos psicólogos y es sorprendente de lo que te puedes llegar a convencer a ti mismo. Especialmente, en el contexto de una figura de autoridad, y en especial cuando estás aislado”.

¿SE AVERIGUARÁ QUÉ OCURRIÓ REALMENTE ALGÚN DÍA?

Cuarenta y seis años después, el caso sigue abierto y las desapariciones de Gudmundur y Geirfinnur siguen siendo un misterio, casi ya una más de las leyendas del país. En 2016 fue detenido Stefán Almarsson, un hombre que según los archivos policiales implicó a Erla y Saevar por venganza; pero fue puesto en libertad al poco. “Le he dedicado tanto tiempo al caso —explica Anthony Adeane— que encuentro que el hecho de que no sepamos es lo que a mí me parece fascinante. Cuando te zambulles en la historia ves que no es nada. Ves que todo ha sido un sueño. Sin embargo, a la vez, hay dos personas que siguen sin aparecer…”.

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