Curiosidades: La fiesta Suiza que solo se celebra cada 20 años
La gran celebración de los viticultores de Lavaux pone patas arriba la ciudad de Vevey
UNA VEZ POR CADA GENERACIÓN
Todo comenzó en 1797 cuando la cofradía de viticultores de Vevey decidió transformar su fiesta de entrega de premios al mejor productor de vino de la zona en un gran show. Es decir, cuando la entrega de la gran medalla de oro se vistió con trajes populares, cabalgatas amenizadas con música y demostraciones folclóricas que, año tras año, se fueron multiplicando, tanto en calidad como en asistencia de público. Pero claro, este despliegue no es propio de Suiza, de ahí que el alto coste provocara replanteárselo todo. Y ante la amenaza de suspensión encontraron una solución: organizar este espectáculo solo una vez cada 20 años para que cada generación pueda disfrutarlo y darlo todo. Esta decisión, a la larga, se ha convertido en el mayor elemento de promoción de la Fête des Vignerons ya que nadie a kilómetros a la redonda se quiere perder este evento que solo tendrá lugar hasta el 11 de agosto.
UNA ARENA PARA 20 DÍAS
Una de las grandes consecuencias de esta periodicidad tan baja es la evolución del escenario de la Plaza del Mercado de Vevey. Mientras que en el siglo XVIII y XIX no era más que un enorme tablado por el que iban pasando los diferentes protagonistas, la llegada de la contemporaneidad no solo amplió y multiplicó el número de actuaciones que en esta edición llega a las dos diarias. También exigió un espacio mayor como el construido este año por el arquitecto uruguayo Hugo Gargiulo: un enorme estadio efímero para 20.000 personas cuya vigencia no supera el mes. Todo un esfuerzo titánico que tiene varias ventajas. La primera, que el director del show trabaja mano a mano con el diseñador para crear un lugar perfecto para las actuaciones. La segunda, que la propia arena -nombre con el que se ha rebautizado este complejo- y su aspecto es un reclamo ya que, sin ir más lejos, en esta edición ha logrado auparse como la instalación momentánea más grande del mundo. Y la tercera, que toda esta inversión no es en vano ya que los materiales serán reutilizados, a partir del 12 de agosto, en otras infraestructuras parecidas en todo el país.
PROFESIONALMENTE AMATEUR
Pero, por mucho que la arena sea el icono del show y el imán de todo forastero, lo que más llama la atención de los prolegómenos es encontrarse a los artistas por las calles de la ciudad. Tanto, que se puede charlar con ellos en un despliegue de normalidad que tiene una razón: más del 90% de los participantes en el espectáculo son vecinos de Vevey y alrededores. Es decir, son los herederos de aquellos espectáculos inocentes, de ahí que el arraigo de la Fête en esta zona del lago Lemán vaya más allá de la memoria. De hecho, si se conversa con cualquiera de ellos se encuentran historias como la de Stéphane, quien lleva desde verano de 2018 ensayando todos los fines de semana para poder actuar en el número de la boda. O de Laura, una señora de «más de 80 años» -tal y como asegura a Viajes National Geographic- que actúa por tercera ocasión portando un pez gigante en la parte que versa sobre la vida en el lago. Para otros como Louise, de 17 años, es su primera vez pero no tiene miedo porque su amigo Antoine le ha prometido no separarse nunca de su silla de ruedas. En total, más de 5.000 vecinos que durante estas jornadas no solo tienen días libres, sino también la gloria ganada.
ESTILO OLÍMPICO
Ahora bien, ¿en qué consiste el show? En cierto modo es una especie de jornada de inauguración de los JJ.OO. pero en el que, en lugar de desfilar abanderados y deportistas, son ensalzados los viticultores de Vevey. Este símil no es gratuito. De hecho, el director artístico de esta edición, Daniele Finzi Pasca, ha firmado otros espectáculos como la apertura de las Olimpiadas de invierno de Turín y Sochi así como una serie innumerable de musicales en todo el mundo. De ahí que la coreografía y música sean las protagonistas a través de los 22 números que aquí se representan de forma continuada. Una especie de Cirque du Soleil pero con más folclore, menos circo pero un efecto hipnótico similar gracias a los coros, orquestas, músicos y figurantes (un total de 5.500) que bailan bajo la batuta de Finzi Pasca. Todo con un objetivo: homenajear a la viticultura y resaltas las especificidades de las terrazas de Lavaux.
MUY VINATERO, MUY SUIZO
Los diferentes pasos de este show hablan de la viticultura, de su calendario y de las vicisitudes de esta región de forma creativa e hipnótica. Por ejemplo, la poda se transforma en un momento místico en el que la niebla del invierno se convierte en una bruma casi celestial mientras que la primavera se celebra bailando al son de unas lágrimas gigantes que simbolizan el renacer del capullo. Todo ello se alterna con la historia de la joven Julie, hilo del show, quien descubre con suma ternura otras peculiaridades de Vevey y Lavaux como la vida en el lago o la importancia de las bodas como elemento en el que vino, familia y naturaleza se funden en un triunfo de lo slow. No faltan los desfiles de los ganaderos que traen sus vacas de los Alpes ni el momento cumbre en el que se reconoce a los mejores viticultores de esta generación.
LA EDICIÓN DE LAS MUJERES
Entre todos los galardonados con la medalla de oro de la Cofradía destaca Corinne Buttet, la segunda mujer en conseguir el máximo galardón después de que Marie Delapraz hiciera lo propio en 1999. Sin embargo, más allá de este reconocimiento, Finzi Pasca ha decidido que este año las mujeres fueran protagonistas de diversos modos. El primero, dándole el protagonismo a la niña Julie como testigo y futuro de todo el show. Segundo, dándole el papel de Mensajera -personaje constante en todas las ediciones- a Sofía González, una atleta paralímpica. Y tercero, con un gesto muy simbólico que es el de hacer de la mítica milicia de Les Cent Suisse (otros fijos de la gala) una agrupación ‘Cent per cent’ Suisse formada por 50 mujeres y 50 hombres que desfilan a la vez con las casacas rojiblancas.
UNA CIUDAD VOLCADA
No obstante, la Fête es mucho más de lo que sucede dentro de la arena. Fuera, la ciudad se transforma por completo durante estos días para demostrarle al mundo que este acontecimiento es único. Su paseo lacustre se convierte, de este modo, en el lugar donde se asientan las terrazas pop-up, los restaurantes y los escenarios en los que actúan algunos de los músicos que luego participan en el espectáculo. Además, muchos productores de vino montan su propia tienda callejera mientras que las decenas de puestos de street food permiten viajar de India a Perú en solo unos pasos. Pero, sobre todo, está ese ambiente de alegría y de asombro en el que curiosos, personajes disfrazados y suizos de pura cepa comparten barra, mesa, calle e, incluso, playa mientras se resisten a desearse unos felices próximos 20 años.