Diez buenos motivos para ir (o volver) a Túnez
Aunque muy lentamente, los turistas comienzan a regresar a Túnez. Lejos de las cifras de 2010, el año pasado se ha registrado un total de 5,7 millones de visitantes internacionales, con un aumento interanual del 14%. La mejora de la seguridad en fronteras, aeropuertos, hoteles, museos y otros espacios públicos, la creación un muro de seguridad con Libia, la bajada de precios y una mayor promoción han contribuido a ese repunte. Los españoles lo hacen aún más despacio que el resto, pese a la proximidad. Apenas 12.000 visitaron el país en 2016, muy por debajo de los 100.000 que lo hicieron antes de la “primavera árabe”.
Un grupo de periodistas de FEPET (Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo) acaba de visitar buena parte del país para conocer su situación actual y animar con sus publicaciones a los españoles a que regresen –o vayan por primera vez– a este país lleno de encantos. Aquí destacamos diez buenos motivos para hacerlo.
01.- El primero, por solidaridad. España sabe, por desgracia, mucho de terrorismo. Más de 800 personas murieron a manos de ETA durante largos años y el 11-M de 2014 casi 200 murieron y casi 2.000 resultaron heridas en el primer atentado islamista en Europa. En los últimos años grandes ciudades han padecido los ataques del terrorismo: Nueva York, Madrid, Bruselas, París, Berlín, Estambul… pero, aunque sea dramático, el terrorismo no puede ganar la batalla al turismo. Túnez superó casi sin incidentes graves el paso de la dictadura de Ben Ali a una incipiente democracia, es el país árabe más occidentalizado, el que presume de sus mujeres liberalizadas y el que está haciendo más esfuerzos por la seguridad. El Ministerio de Exteriores de España ha reducido las restricciones de viaje como prueba de las mejoras en seguridad de Túnez. El Papa y gran viajero Juan Pablo II decía que “el turismo es el mejor vehículo para la paz”, y uno de los grandes presidentes y padre de la Constitución estadounidense, Benjamín Franklin dijo: “Cualquier sociedad que renuncie a un poco de libertad para ganar un poco de seguridad no merece ninguna de las dos cosas”. Sigamos su consejo.
02.- Tomar un té con piñones en el Café des Nattes. También conocido como Café de las Esteras, con las que está decorado su suelo, aunque los tunecinos lo conocen simplemente como el Kahwa el alya –el café en lo alto–, es el lugar más visitado del precioso pueblo de Sidi Bou Said, donde el mundo parece haber desaparecido, el firmamento está más cerca aupado sobre un acantilado vertical de 140 metros, incluso los colores azul y blanco que inundan toda la ciudad parecen reproducir los de ese cielo impoluto que se acaricia con la punta de los dedos. En el recorrido por Sidi Bou Said hay dos encuentros imprescindibles. El primero es con sus gatos, que abundan de todos los colores y tamaños, que aparecen recostados a la puerta de una casa, sobre los bancos de los cafés o jugueteando entre los jardines. El segundo es con los vendedores de ramilletes de jazmines, flor fetiche de Sidi Bou Said, que los hombres llevan con frecuencia colgados tras la oreja y las mujeres formando un collar alrededor del cuello, y cuyo penetrante aroma forma parte de la ciudad.
03.- Rendir homenaje al viejo Cartago. Al otro lado de la colina en la que se eleva Sidi Bou Said se conservan las ruinas de Cartago. Se trata, claro, del Cartago romanizado, ya que el cartaginés, como se recordará por los manuales de Historia, fue totalmente arrasado y cubierto de sal por un egregio miembro de la familia patricia de los Escipión tras la tercera guerra púnica. Aunque no queda gran cosa, el lugar ha merecido formar parte del Patrimonio de la Humanidad. El mejor punto de partida, según recomienda Jetcost es la colina de Byrsa, que domina la zona y proporciona una perspectiva general desde su cima. Hay una catedral dedicada san Luis de los Franceses que murió muy cerca de aquí. El Museo Nacional es el gran edificio blanco ubicado en la parte posterior de la catedral, y sus exposiciones, renovadas, merecen un vistazo. Las termas de Antonino se localizan al Sur, en el frente marítimo, e impresionan básicamente por su tamaño y situación.
04.- Dejarse tentar por las ofertas de la medina de Túnez. Está considerada como la más bonita de los países del Magreb y reconocida como Patrimonio de la Humanidad, en su laberinto de callejas abundan las tiendas de productos de artesanía y recuerdos y almacenes de antigüedades. En el centro se encuentra la mezquita Jamaa ez Zitouna. Es la más grande de Túnez y un centro religioso importante. Fundada en el 732, fue reconstruida por completo en el siglo IX. Destaca su patio rodeado por una columnata con antiguos capiteles. En la extensa sala de rezo están suspendidas grandes arañas de cristal de Venecia. No muy lejos está el mercado central que tiene mucha vida. Pasear por él es muy agradable y apetecible. Abundan las verduras, las frutas y los pescados frescos. Alrededor, pequeños tenderetes y grandes almacenes venden toda clase de comida: cereales varios, frutos secos, higos secos, dátiles, salazones, gran variedad de aceitunas saladas, quesos…
05.- Contar millones de pequeños mosaicos. Naturalmente es una tarea imposible, ya que en el Museo del Bardo, hay más de mil obras en exposición y atesora la mayor y más grandiosa colección de mosaicos romanos del mundo, verdaderamente excepcionales. En la entrada del edificio se rinde homenaje a las víctimas del ataque terrorista de marzo de 2015 y aún pueden verse algunas vitrinas con los agujeros de las balas. Antigua residencia de sultanes, ocupa 9.000 metros cuadrados de exposición. Muchos de sus mosaicos pertenecen al periodo comprendido entre los siglos II y VI d.C. Entre las obras maestras, «El triunfo de Neptuno», de 13 por 8 metros, del siglo II, el mayor mosaico vertical del mundo. En las tres plantas del moderno edificio, se reparten 34 salas con obras procedentes en muchos casos de las excavaciones arqueológicas de Cartago, Útica, Hadrumetum o Dougga. Además hay máscaras funerarias púnicas, bronces griegos, azulejos islámicos y hasta los restos de un barco naufragado en el siglo I a.C. frente a Mahdia.
06.- Mañana de playa, tarde en la medina. Hammamet, a pocos kilómetros al sur de Túnez capital, es con toda certeza el más celebre símbolo del descanso en Túnez. Es aquí donde mar, cielo, sol, palmeras y naranjos combinan sus encantos para recrear la imagen que muchos tienen hoy en día del destino ideal para las vacaciones. Desde hace años, ha sido elegido por ilustres huéspedes para desconectar del mundo: Winston Churchill, Oscar Wilde, Andre Gide, Paul Klee, Franck Lloyd Wright, Sofía Loren y muchos más. A pesar de la afluencia turística, Hammamet ha estado en la vanguardia de la conservación y protección del medio ambiente, una norma urbanística exige que ningún edificio hotelero tenga más altura que los cipreses o palmeras de la zona y que todos los hoteles antes de recibir los permisos necesarios para su construcción, tengan previsto en sus planes un espacio jardín de acuerdo con la superficie de sus edificaciones. Aquí se encuentran también sofisticados centros de talasoterapia, spas y lugares para el turismo de salud, belleza y medicina, fórmulas en las que Túnez está ocupando un lugar predominante. Y a un paso está Susa que en principio parece una prolongación de lo anterior, pero dentro de Susa hay otra Susa, la antigua, la vieja medina encaramada a un montículo que se asoma al mar. El color pardo de la piedra y la cal de las fachadas enjalbegadas definen los volúmenes de la medina de Susa frente a los azules del mar y el cielo, donde se ha remansado durante siglos la vida tradicional de la ciudad musulmana.
07.- Revivir la lucha de gladiadores en El Jem.- El tercero del mundo por su tamaño, después de los de Roma y Capua, de los 230 que a día de hoy aún existen, el anfiteatro de El Jem es el monumento romano más impresionante de África. Arcos, escaleras, arbotantes y salas subterráneas conforman un conjunto de gran complejidad. La arena mide 65 metros de largo. En su subsuelo se cruzan dos galerías abovedadas que comunican con el exterior. La galería grande estaba rodeada por 16 salas abovedadas en las que debían permanecer encerradas las fieras. El anfiteatro de El Jem, que en su día tenía capacidad para más de 35.000 espectadores, es uno de los mejor conservados razón por la que fue elegido para muchas escenas de la película de Hollywood: «Gladiador.»
08.- Dejarse envolver por espejismos reales. En medio de los enormes arenales que esbozan el comienzo del gran desierto del Sahara surgen vastas plantaciones de palmeras cuajadas de dátiles; tablas de surf vuelan sobre el espejo que forma un gran lago… sin agua; millones de estrellas iluminan un pueblo desierto que celebra una cena beduina entre miles de velas; antiguas fortalezas y viviendas trogloditas perdidas en la arena sirven de escenario para historias futuristas… Ningún espejismo es capaz de generar tantas efímeras bellezas como la pura realidad que puede contemplarse en la zona más profunda de Túnez, allá donde las inmensas arenas siluetean el mayor desierto del mundo. La capital de este espectacular paisaje es Tozeur. Su palmeral único, regado por más de doscientos manantiales que suministran casi 60 millones de litros por día, y donde se cultivan los mejores dátiles del mundo y su insólita arquitectura de ladrillos compactos de originales dibujos geométricos de origen misterioso, le dan un encanto particular. Este es un buen sitio, según Jetcost, para disfrutar del más popular plato de la variada cocina tunecina: el cordero asado con verduras y patatas que se elabora en el desierto, dentro de un cántaro de barro y sobre las brasas, semienterrado en la arena. Para comerlo se rompe el cacharro. Hay que acompañarlo de la popular harissa, una pasta tradicional bereber de guindilla, ajo, tomate concentrado y aceite de oliva. Por supuesto, de postre dátiles, sobre todo la variedad deglat ennour, translúcidos, dulces y jugosos, considerada la más sabrosa del mundo. También se elaboran deliciosos vinos y una muy agradable cerveza.
09.- Del mítico Ulises al pirata Barbarroja. Situada en la costa meridional tunecina, punto de encuentro entre el desierto y el mar mediterráneo, la isla de Djerba es tal vez el destino más exótico y a la vez elegante de Túnez. Lugar de cita de famosos y con 125 km. de costas de arena fina y blanca escondidas entre los palmerales, garantizan una escapada de auténtico descanso durante todo el año. La vegetación exultante se ha adaptado a un suelo rocoso firme y desafiante frente al amparo de las aguas, presentado como un auténtico y bello decorado natural. La isla fue cantada por Homero en las aventuras de Ulises en la Odisea, donde le hace naufragar junto con sus compañeros, perdidos en el mar de regreso de la guerra de Troya por haber probado el lotos. También fue frecuentada por Barbarroja en su lucha contra los españoles, cuando Carlos V era dueño de Túnez. Y desde la isla se puede atravesar en camello los palacios del desierto, descubrir los últimos poblados bereberes, tomar un té en el bar donde se rodó la Guerra de las Galaxias o perderse por una reserva de cocodrilos.
10.- Volar con Tunisair, como en los buenos tiempos. El buscador de vuelos www.jetcost.es recomienda la compañía Tunisair como la mejor opción para viajar a Túnez desde Madrid o Barcelona a precios muy atractivos. Ofrece cuatro vuelos semanales desde cada ciudad en invierno y un total de nueve en verano. Lo que ya no se ve en vuelos de menos de dos horas de duración, un servicio atento ofrece comida o cena con bebidas de forma gratuita. Tunisair propone actualmente vuelos en 44 ciudades de 28 países. Recientemente la compañía ha creado un sitio web en español con toda la información. La filial de bajo coste Tunisair Express ofrece vuelos internos dentro del país entre Túnez capital, Tozeur o Djerba, entre otros, así como a destinos internacionales, como Nápoles o Malta.